De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al padre en mi nombre, os lo dará
(Juan 16:23)
(Juan 16:23)
Por Víctor Cruz
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¡Cuánto necesitamos del Señor en el proceloso océano de la vida! ¡Qué apropiada es la suplica: “¡Ayúdanos, oh Señor! ¡El mar es tan grande y nuestro barco tan pequeño!”
Por fortuna, al alcance de nuestras oraciones se encuentra un Piloto que conoce nuestras angustias y se compadece de nuestras debilidades. “De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará”.
¡Oh, que incomparable condescendencia del Rey de gloria! Atento a nuestra suplica y solicito para ayudarnos a enfrentar las tempestades del mal y conducirnos seguros a las playas del más allá.
Robert Louis Stevenson cuenta la historia de un barco que, en una costa rocosa, fue sorprendido por la furia de los elementos. Cuando el terror de los que se hallaban a bordo se transformó en pánico, un hombre audaz consiguió recorrer el peligro camino hasta la cabina del piloto. Allí lo encontró con las manos en el timón y una sonrisa en el rostro. Regresando a cubierta exclamó eufórico: “Todo va bien. Vi al piloto y él me sonrió”.
Al contemplar por fe el rostro del Piloto de Galilea veremos desaparecer nuestro temor, el interior se llenará de paz y seguridad y gozosos cantaremos:
Aunque sean grandes los desafíos que hay ante nosotros hoy y tan pequeñas nuestras posibilidades, el Señor esta al timón y su presencia es la garantía de que llegaremos al puerto celestial.
¡Buen viaje, hermano! ¡Que Dios nos guarde a todos en esta gran travesía!
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