Acuérdate de Jesucristo, del linaje de David, resucitado de los muertos conforme a mi evangelio (2 Timoteo 2:8)
Por Víctor Cruz
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La fe que llevó a David a vencer, con el auxilio de Dios, al gigante Goliat, se había alimentado con el recuerdo de cómo Dios lo había ayudado a vencer al león y al oso. Algunos creyentes tienen memoria muy corta. Alguien dijo, con mucho acierto, que escribimos los beneficios del Señor en la arena pero grabamos las injurias en mármol y nuestras aflicciones en bronce.
Para que no nos olvidáramos de Cristo y de su muerte en la cruz fue instituído el ritual de la Santa Cena. “Haced esto en memoria de mi” dijo el señor. Pero aún con esta ceremonia la iglesia olvida a menudo a Jesús, absorta con cosas que no son esenciales.
S. D. Gordon contaba la historia de una devota anciana que sabía de memoria extensas porciones de las Escrituras y que, en el crepúsculo de su vida, se alegraba repitiendo en su merecedora los versículos preferidos. Poco a poco su memoria comenzó a fallar, hasta que por fin no podía recordar nada, excepto la ultima parte del versículo: “yo sé a quién he creído y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito…” (2Tim. 1:12). La marcha irreversible del tiempo la hacía olvidar del resto del texto. Y finalmente, casi en un susurro, repetía apenas: “…es poderoso…”
En los momentos finales de su vida, ya en la agonía de la muerte, sus amados observaron que se esforzaba por hablar. Acercándose, escucharon sus últimas palabras: “Él, él, él”. Había olvidado todas las porciones de la Biblia que había memorizado, excepto una palabra. En el nombre ÉL encontró una síntesis de la Biblia.
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