La Ley de Jehová es perfecta, reconforta el alma; (Salmo 19:8)
Por Víctor Cruz
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Así ocurre con muchos incrédulos, escépticos y escarnecedores. Miran la perfecta ley de Dios, y enseguida hablan de las manchas, los errores y las incongruencias que imaginan que existen en ella. Sin embargo, el defecto no está en la ley, sino en sus ojos marcados con las heridas del pecado.
Todas las obras humanas son imperfectas y todo aquello que llamamos perfección tiene su límite, pero la perfección de la ley es ilimitada, conforme declaró el salmista: “A toda perfección he visto fin; amplio sobremanera en tu mandamiento”.
El escultor, el poeta, el pintor, el escritor, en fin, todos los artistas se sienten distantes de la consumación de sus ideales. Cierta vez un encanecido escultor dinamarqués fue encontrado llorando junto a una estatua que recién había terminado. Cuando se le preguntó acerca de la razón de su tristeza, respondió:
– No encuentro ningún defecto en mi obra.
– Debes alegrarte – le dijo su interlocutor.
Pero el anciano artista respondió:
– Exactamente por eso lloro, porque estoy envejeciendo y como resultado no veo ya los defectos en una obra que sé que está llena de imperfecciones.
Los logros humanos son imperfectos. Pero la perfección de la Ley de Dios es ilimitada. No hay código o legislación que se iguale y mucho menos la supere en grandeza moral y poder espiritual. Sobrevivió a todos los antiguos imperios, inspiró a través de los siglos la legislación y la jurisprudencia de casi todos los pueblos y todavía hoy, su influencia excede al de cualquier otro código promulgado por el hombre.
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