Por Víctor Cruz
Somos testigos de una época en la cual la originalidad, la imaginación, la inspiración o la ingeniosidad se vinculan de manera cada vez más directa a una parte de la economía dirigida por símbolos, textos, sonidos e imágenes: la economía creativa, uno de los campos más dinámicos de la economía mundial, que se posiciona, al mismo tiempo, como un espacio estratégico para el desarrollo y el futuro de las identidades culturales.
El siglo XXI se ha convertido en testigo de los rápidos y crecientes cambios tecnológicos que impactan directamente la forma de comunicarnos, lo que ha modificado las formas tradicionales de producción y distribución de bienes y servicios culturales. Actualmente, se ha alcanzado un punto en el cual la comunicación se esta convirtiendo en la esencia misma de la cultural moderna.
Para entender mejor esta realidad resulta necesario observar el emergente sector de la economía creativa, el cual se ha consolidado como uno de los campos mas dinámicos de la economía mundial, al mismo tiempo que se posiciona como un espacio estratégico para el desarrollo y el futuro de las identidades culturales.
Esta economía de la cultura o economía creativa agrupa principalmente a las industrias culturales. Industrias en las cuales convergen factores tan diversos como el patrimonio, el comercio, la tecnología, prácticas sociales y culturales, la promoción turística, la propiedad intelectual o las artes. A la diversidad de factores que nutre esta economía creativa se suma el hecho de una convergencia de intereses que parten de diferentes lógicas tales como la gubernamental, la privada o la social.
De esta manera, hoy existen industrias que combinan la creación, producción y comercialización de contenidos que poseen una naturaleza cultural e intangible. Estos contenidos, generalmente protegidos por el derecho de autor, son comercializados e intercambiados tanto en forma de bienes como de servicios.
Según el Informe sobre la Economía Creativa, realizado conjuntamente por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y por la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (CNUCED), en el año 2005 las exportaciones internacionales de estos bienes y servicios fueron valoradas en 424,000 millones de dólares, lo que presento alrededor del 3.5% del comercio mundial.
Aun mas, según datos de este mismo informe las industrias que generaron este mercado de bienes y servicios experimentaron en la ultima década una constante tasa de crecimiento anual cercana al 9%.
De tal forma, el concepto de industrias creativas que comienza a utilizarse cada vez más tanto en informes gubernamentales como internacionales, agrupa hoy en día un amplio e importante sector de la economía que experimenta un importante y continuo crecimiento.
Somos testigos de una época en la cual la originalidad, la imaginación, la inspiración o la ingeniosidad se vinculan de manera cada vez mas directa a una parte de la economía dirigida por símbolos, textos, sonidos e imágenes; la economía creativa.
Mercado de ideas y sentimientos
Este emergente sector de la economía está constituido por micro, pequeñas, medianas y grandes empresas que utilizan como materia prima la creatividad y los sentimientos, operando tanto con el capital privado como estatal.
De igual forma y aun más importante de mencionar, es el hecho que este mercado de ideas y sentimientos se encuentra directamente relacionado con los modos de vida y valores simbólicos que fortalecen, cambian o debilitan la identidad colectiva de sus consumidores. Como se reconoció en la carta cultural Iberoamericana, “las actividades, bienes y servicios culturales son portadores de valores y contenidos de carácter simbólico que proceden y superan la dimensión estrictamente económica”.
Por esta razón, hablar de industrias culturales no solamente es hablar de un mercado emergente con diversas aristas. Es también hablar de actividades que solían sobrevivir con propósitos sociales definidos distintos a los del mercado, tales como ritos, tradiciones o costumbres y que hoy se ven cada vez mas interconectados al mercado y las actividades económicas.
De tal manera, aunque la economía de la creatividad se anuncia hoy en día como fuente de desarrollo y oportunidad tanto para países en desarrollo como para aquellos desarrollados, también suscita cuestionamientos sobre la interrelación entre los intereses culturales y económicos, los cuales suelen caracterizarse por bajos niveles de inversión y de capital necesarios para el funcionamiento de las medianas y pequeñas industrias culturales promovidas por el sector cooperativo.
Por ejemplo a través del estudio del Banco Interamericano de Desarrollo “Las industrias culturales en América Latina y el Caribe: desafíos y oportunidades” (2007) se cuestiona: ¿Pueden las políticas publicas promover el desarrollo dentro del sector? o inclusive, ¿pueden las industrias culturales jugar un doble papel como modelo cultural y como impulsor económico de crecimiento?
Responder de manera oportuna a estas y otras nuevas interrogantes, surgidas en torno a la nueva vinculación entre cultura y economía, supondría considerar los diferentes aspectos económicos, institucionales y culturales que predominan en cada una de las diferentes regiones, países y ciudades.
En primer lugar, cada país utiliza una definición diferente de lo que las industrias culturales son y representan, incluyendo o excluyendo sectores o subsectores específicos. De igual manera, el presupuesto que el Estado invierte para regular, proteger, fomentar, liberar o controlar la actividad cultural varia sustancialmente.
De igual manera, cada país es testigo de diferentes formas y niveles de coordinación entre los diferentes sectores de las industrias culturales, así como de la existencia o carencia de información y estadísticas sobre la oferta la demanda el consumo, la distribución o la inversión existente en este sector.
Acceso al consumo y la producción
En el caso de la República Dominicana, el gasto estatal en materia cultural para el año 2002 (BID, 2007 se elevo al 1% del Presupuesto Nacional, lo que representa uno de los gasto gubernamentales más fuertes en el sector cultural en la región latinoamericana.
Por el contrario, en este mismo país se desconoce cual es el monto generado por las importaciones y las exportaciones de bienes creativos.
Con relación a la industria cinematográfica, se sabe que en la República Dominicana la realidad de la piratería representa un problema que afecta la audiencia en los cines, rentabilidad en la proyección de películas nacionales e internacionales, así como los requerimientos en el aumento del número de salas en el país.
La acción estatal
Ante esta realidad la promoción y protección de los derechos culturales así como la diversidad cultural se torna compleja sobre todo ante la lógica mercantilista y de entretenimiento que rige las industrias culturales corporativas, la cual tiende a desvalorizar las expresiones culturales de sus contenidos de afirmación identitaria subordinándolas a la renta de la especulación mediática.
Es necesario hoy más que nunca de que el sector cooperativo entienda que es necesario fortalecer estas iniciativas ya que el cooperativismo es una conducta de vida y que se expresa desde esta industria que se llama la cultura.
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