Por Victor Cruz
Las escrituras declaran que después de haber completado la creación del mundo, “vio Dios todo lo que había hecho y he aquí que era bueno en gran manera”. No faltaba nada para el deleite y bienestar del hombre. Todo era perfecto y digno para su creador.
Sin embargo, como consecuencia de la impiedad de los hombres, la belleza y armonía originales se desvanecieron. El profeta Isaías declaró: “La tierra se contaminó bajo sus moradores; porque traspasaron las leyes, falsearon el derecho, quebrantaron el pacto sempiterno”.
El profeta Oseas añadió: “Se enlutará la tierra y se extenuará todo morador de ella, con las bestias del campo y las aves del cielo; y aún los peces del mar morirán.”
Pero, ¿permitirá Dios que la especie humana se autodestruya, aniquilando para siempre la naturaleza creada por él? Las escrituras responden: “Porque así dijo Jehová que creó los cielos; él es Dios, él que formó la tierra, él que la hizo y la compuso; no la creó en vano, para que fuese habitada la creó”.
Es evidente, sin embargo, que únicamente una intervención sobrenatural podrá salvar a este moribundo planeta de transformarse en un desierto desolado, árido, estéril y sin vida.
El autor del Apocalipsis contempló en visión el esplendoroso amanecer de una nueva era, cuando será restaurada la perfección que caracterizó al mundo al salir de las manos del Creador: “Y se airaron las naciones y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos y de dar el galardón a tus siervos… y de destruir a los que destruyen la tierra”.
Esto significará el fin del imperio de la impiedad, con sus injusticias, violencia y miseria. Amanecerá una nueva era sin vandalismos, sin agresiones a la naturaleza y sin desequilibrios psicológicos. Esta esperanza nos permite comprender por qué el Señor anunció desde los tiempos antiguos: “he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria ni más vendrá al pensamiento”. “Se alegrarán el desierto y la soledad; el yermo se gozará y florecerá… aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad”.
El Creador transformará la Tierra en un nuevo Edén, que será el lugar feliz de los redimidos de Jehová.
¡Que vivan los Estados Unidos de Norteamérica! El pasado Martes la esperanza en los rostros de los jóvenes latinoamericanos volvió a nacer, parece que Papá Dios se ha acordado de nosotros los mas negros, parece que Dios quiere un nuevo encuentro con sus hijos.
¡Felicidades al pueblo americano y en especial a los hombres y mujeres que habían perdido la fe! ¡Felicidades Barack Obama por ese nuevo despertar, por esa nueva esperanza para un continente que ama la paz y quiere el trabajo y el progreso!
Sin embargo, como consecuencia de la impiedad de los hombres, la belleza y armonía originales se desvanecieron. El profeta Isaías declaró: “La tierra se contaminó bajo sus moradores; porque traspasaron las leyes, falsearon el derecho, quebrantaron el pacto sempiterno”.
El profeta Oseas añadió: “Se enlutará la tierra y se extenuará todo morador de ella, con las bestias del campo y las aves del cielo; y aún los peces del mar morirán.”
Pero, ¿permitirá Dios que la especie humana se autodestruya, aniquilando para siempre la naturaleza creada por él? Las escrituras responden: “Porque así dijo Jehová que creó los cielos; él es Dios, él que formó la tierra, él que la hizo y la compuso; no la creó en vano, para que fuese habitada la creó”.
Es evidente, sin embargo, que únicamente una intervención sobrenatural podrá salvar a este moribundo planeta de transformarse en un desierto desolado, árido, estéril y sin vida.
El autor del Apocalipsis contempló en visión el esplendoroso amanecer de una nueva era, cuando será restaurada la perfección que caracterizó al mundo al salir de las manos del Creador: “Y se airaron las naciones y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos y de dar el galardón a tus siervos… y de destruir a los que destruyen la tierra”.
Esto significará el fin del imperio de la impiedad, con sus injusticias, violencia y miseria. Amanecerá una nueva era sin vandalismos, sin agresiones a la naturaleza y sin desequilibrios psicológicos. Esta esperanza nos permite comprender por qué el Señor anunció desde los tiempos antiguos: “he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria ni más vendrá al pensamiento”. “Se alegrarán el desierto y la soledad; el yermo se gozará y florecerá… aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad”.
El Creador transformará la Tierra en un nuevo Edén, que será el lugar feliz de los redimidos de Jehová.
¡Que vivan los Estados Unidos de Norteamérica! El pasado Martes la esperanza en los rostros de los jóvenes latinoamericanos volvió a nacer, parece que Papá Dios se ha acordado de nosotros los mas negros, parece que Dios quiere un nuevo encuentro con sus hijos.
¡Felicidades al pueblo americano y en especial a los hombres y mujeres que habían perdido la fe! ¡Felicidades Barack Obama por ese nuevo despertar, por esa nueva esperanza para un continente que ama la paz y quiere el trabajo y el progreso!
07 de Noviembre de 2008
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