martes, 21 de julio de 2009

DECISIÓN SOLEMNE

A dondequiera que tú fueres, iré yo… tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios
(Rut 1:16)

Por Víctor Cruz

Tres viudas con el corazón perturbado por la desdicha, caminaban en silencio por una carretera polvorienta en dirección a los fértiles valles de Belén. Entre ellas se encontraba Noemí, reflexionando sobre los luctuosos acontecimientos que habían transformado su vida en una lastimosa odisea. ¿Sería justo llevar a sus dos nueras, también viudas, lejos de las montañas de Moab, el hogar de su infancia, escenario de sus más gratos recuerdos?

“Andad”, dijo Noemí, rompiendo el silencio que las acompañaba. “Volveos cada una a la casa de su madre; Jehová haga con vosotros misericordia… volveos, hijas mías he idos, porque ya soy vieja para tener marido” (Rut 1:8, 12).

Todos experimentamos a lo largo de la vida, momentos decisivos, llenos de significado. Rut percibió, sin demora, que estaba ante un gran dilema. La decisión que habría de tomar determinaría su destino. Pero, sin vacilaciones, se dirigió a su suegra y le dijo: “No me ruegues que te deje y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios”.

En estas palabras sinceras, cargadas de emoción, encontramos la firma e inquebrantable devoción de una joven viuda, pagana, que decidió destronar para siempre a los dioses de sus padres y seguir al Dios de su suegra. Ciertamente Noemí había reflejado en su vivir diario el conocimiento del verdadero Dios, la superioridad de su fe y eso indujo a su nuera moabita a lanzar su suerte con el pueblo hebreo.

La decisión de Rut no se inspiró en un impulso emocional momentáneo. Como extranjera en Judá, ciertamente sufrió discriminación, diferencias, y tal vez, hasta humillaciones; pero jamás volvió atrás. Hay en la elección de Rut, una significativa lección para nosotros. Ella representa aquellos que tomaron la resolución de seguir a Cristo a pesar de las pruebas y los obstáculos.Si nuestra vida se caracteriza por actos de bondad y demostraciones de amor, induciremos a otros a repetir también las palabras de Rut dirigidos a su suegra: “Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios”. ¿Estamos presentando al mundo la superioridad del Dios a quien servimos?

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