jueves, 16 de julio de 2009

LOS PASOS DE LA APOSTASÍA

Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado (Salmo 1:1)

Por Víctor Cruz

Los antiguos hebreos, con su ardiente pasión, su intenso nacionalismo y su poderosa imaginación, estaban dotados de un alto grado de inspiración poética. Los cánticos reunidos en el libro de los Salmos, son una muestra de la belleza y el esplendor de la poesía al servicio de la fe y del culto tributado a Jehová.

El salmista nos presenta aquí el retrato de un hombre justo que se niega andar en compañía de los impíos. Ese hombre no se siente motivado a detenerse en la compañía de los profanos e irreverentes, y no encuentra placer en la rueda de los escarnecedores, porque no desea ser contado como uno de ellos.
David dice: “que la conducta del justo se afirma en estas tres negociaciones: no se detendrá, ni se sentará en el círculo de los enemigos de Dios. Nada lo llevará a arruinar su experiencia cristiana, asociándose con los adversarios del bien”.

Notemos, sin embargo, la forma progresiva de los verbos andar, estar (o detenerse) y sentarse. Esas tres etapas sucesivas, en el espacioso camino que conduce a la destrucción, son religiosamente evitadas por el hombre que teme al Señor.

Recuerdo con pesar de un joven brillante que estudió con otros jóvenes en un seminario cristiano. Era versátil, alegre y lleno de buenos propósitos. Deseaba prepararse como médico para servir al Señor. Sin embargo, no logró triunfar sobre las influencias del mundo. Al andar según el consejo perverso de los impíos, fue alentado a detenerse en el camino de los transgresores y finalmente, encontró su placer sentándose en la ruidosa rueda de los escarnecedores. Y los nobles ideales de su generoso corazón se apagaron.

Lo encontré algunos años más tarde. Vi en su rostro los estigmas del vicio y en sus ojos las señales indelebles de la rebelión. Era una vida arruinada. El precio de la apostasía fue demasiado caro. Feliz aquel que “en la ley de Jehová está su delicia y en su ley medita de día y de noche… y todo lo que hace, prosperará”.

La palabra “Ley” empleada por David en este versículo implica no solamente la ley moral, sino, también toda la escritura divinamente inspirada. Su deleite provenía del aprendizaje y de la práctica de la voluntad de Dios revelada en su palabra.

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