La caña de azúcar llegó a la isla de Hispaniola en el segundo viaje de Cristóbal Colón, según dicen.
Desde entonces se colocó en el espacio que medía entre los esclavos y los amos; entre los obreros y los capitalistas; entre la pobreza y la riqueza. Pero, quizás también desde entonces, cada diciembre, hace ya quinientos años, su penacho se yergue en el aire y proclama el triunfo de la eterna primavera de los trópicos.
¿Cómo es que aún no ha devenido en otro de los símbolos de nuestra Navidad?
¿Cómo es que estos mares encendidos de verde y gris plata no han podido con las nieves y los renos que no hay en nuestro tiempo?
Podríamos decir también quien podrá detener el vuelo de las aves o el ímpetu del mar, quien podría parar al hombre en la búsqueda de la primera ley que es la supervivencia de vida.
Que esta navidad símbolo inconfundible del cristianismo, sea nuestro mensaje de hoy.
¡Feliz Navidad y un prospero año 2011!
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