miércoles, 5 de enero de 2011

MARÍA GARGAJO Y LOS ENVEJECIENTES

Envejecientes pasan vía crucis cuando gestionan sus pensiones

Para no utilizar palabras discriminatorias, los arquitectos del idioma han creado adjetivos o frases alternativas para que en la actualidad no existan inválidos, sino discapacitados; no hayan prostitutas, sino trabajadoras sexuales; no encontremos embarazadas añosas, sino gestantes tardías y no tengamos a nadie que podamos decirle “viejo” porque todos somos o seremos “envejecientes”.

La tradición recoge la fábula de María Gargajo; una cocinera que lavaba los calderos con detergentes en forma exagerada y tenía el hábito de lavar escrupulosamente los huevos que iba a freír, pero, antes de echarlos al aceite, tiraba un escupitajo (gargajo) en el caldero para ver si ya estaba caliente.

Los envejecientes, que frecuentemente son obreros o empleados de instituciones gubernamentales o de empresas privadas afiliadas al Instituto Dominicano de Seguros Sociales, pasan un vía crucis triple cuando deciden optar por sus pensiones de Ley por antigüedad en servicio, vejez o invalidez: Un monumental papeleo para que le acepten el expediente; la angustiante espera de hasta varios años, por numerosas reuniones y evaluaciones de comités que decidirán si la documentación es correcta y finalmente una asignación económica habitualmente miserable por la que se les pone a dar vueltas y lástima.

Contrario a lo anterior, los funcionarios de variada categoría se asignan, sin temor ni pudor, viáticos, gastos de representación y sobre-sueldos que escandalizarían a la virgen de La Altagracia y, en el peor de los casos, cometen groseros actos de corrupción que, en vez de ser castigados, son aplaudidos por sus superiores, en una moderna práctica al estilo de María Gargajo aplicando rigurosamente leyes para dar una pensión miserable, mientras con sus despilfarros y prebendas escupen el caldero.

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