Más de 225 años del nacimiento de Simón Bolívar, derrame petrolero del golfo de México, derrumbe del sistema bancario dominicano, paranoia o preocupación tecnológica, regreso sin gloria con el triste retorno de tropas militares estadounidenses desplegadas en Afganistán.
Gasto militar astronómico deja mal trecha la economía de la nación más poderosa del mundo, los grandes magnates quieren aportar la solución de los problemas que afectan a la humanidad para ello han asumido un compromiso que podría dotar de cuantiosos recursos a causas loables a lo largo y ancho del planeta, Warren Burffet, Melinda y Bill Gates, aúnan esfuerzos filantrópicos por un mundo mejor.
Si bien es cierto la crisis nos ha golpeado a todos, los buenos capitanes han sabido cómo llevar a buen puerto sus embarcaciones.
Este proyecto de democracia restringida es sustentado y favorecido por el planteo neo-liberal y monetarista y en ciertos casos militaristas, predominante hoy en toda la región y animado particularmente por la política de los gobiernos de los Estados Unidos.
La promoción de los derechos y libertades democráticos (entendidos en el orden político, económico y social), debe ser ejercicio y garantía de la activa y determinante participación de los pueblos para definir los destinos personales y colectivos, tanto en el plano nacional como regional e internacional.
REAFIRMAMOS nuestra concepción, en cuanto a que la consolidación de los procesos democráticos en América Latina de ninguna manera puede sustentarse condicionando elementos de los principios y prácticas que deseamos consolidar.
Es de fundamental importancia retomar y profundizar la conceptualización de democracia asumida. El aceptar que la democracia se agota en los momentos electorales, o se expresa únicamente a través de la democracia política, constituye una caricatura de democracia que finalmente concluye debilitándose en el momento en que sufrimos, ya sea en lo económico, social y cultural, imposiciones de intereses o de objetivos, necesidades y aspiraciones de los pueblos de América Latina.
DEBEMOS reafirmar el sentido de democracia integral, promoviendo muy especialmente la más amplia participación en las áreas de la democracia económica, de la democracia social y de la democracia cultural.
ASUMIMOS la autodeterminación de los pueblos como derecho legitimo de los mismos rechazando toda forma de manipulación y enajenación. La autodeterminación debe ligarse estrechamente a la conceptualización de la democracia y la participación efectiva e integral de los pueblos.
REAFIRMAMOS el más profundo y militante rechazo a toda forma totalitaria y modelos preconcebidos que se intentan imponer bajo justificación ideológica en el marco de la autodeterminación, sin formas claras y hasta con violación de elementales y legítimas prácticas democráticas de participación popular, expresión ideológica e identidad cultural.
SUPONE plantear con valentía la utopía de la total desmilitarización como una expresión de una sociedad pacifica y fraterna. Supone también definir con claridad los objetivos globales, socio, económicos, políticos y emprender con decisión y realismo los cambios necesarios para reorientar el papel de dichas instituciones a corto y mediano plazo e integrarlas decidida y lealmente al proceso de democratización, nuevo desarrollo e integración de nuestros pueblos.
SIN LUGAR A DUDAS, todo proceso de democratización, para llegar a su consolidación en la región latinoamericana, debe pasar por un periodo de robustecimiento y reafirmación de las instituciones democráticas y en especial de los partidos políticos latinoamericanos. La fragilidad, la incapacidad y la excesiva mediatización de los diferentes partidos políticos en América Latina conspira contra un real y sustantivo y requiere partidos que la representen, organicen y la dirijan, permitiendo la formación de mayorías con capacidad de ejercer efectivamente el poder y organizar gobiernos estables y representativos. Ello obliga a prever los manejos políticos – partidistas mostrados hasta la fecha debiéndose profundizar en una formación, en comportamientos y en una cultura democrática que, desde los partidos, debe trasladarse a la población en su conjunto.
EL TRABAJO HUMANO debe ser asumido como una perspectiva fundamental para orientar y modelar los actuales procesos democratizadores en todos sus aspectos y en todas sus fases. Esta dimensión esencial de toda persona y grupo humano puede expresar todas las capacidades de creación, dominio de la naturaleza y plena solidaridad. En esta perspectiva la superior categoría moral del trabajo humano en términos generales abarca todas las formas de trabajo: asalariado, informal, técnico, profesional, empresarial, artístico, cultural y social. De aquí la necesidad de expresar en términos concretos e históricos el trabajo, para que sea protagonista de la política económica del desarrollo y de la democratización.
Los sectores religiosos por su presencia histórica, su vigencia doctrinal y valorativa, su capacidad institucional y su voluntad de difusión, constituyen un factor clave de desarrollo o de freno en los procesos. En este marco debe ocupar un lugar prioritario una relación, claramente definida por el respeto y la autonomía mutuos, con la Iglesia Católica y los Evangélicos organizados, por su significación particular en nuestra región.
La consolidación y vigencia democráticas definitivamente ligadas al pueblo respeto y vigencia de los derechos y libertades del hombre y su trascendencia.
Hoy, mi presidente está fuera del país, esperemos que llegue porque hay que definir los procesos de unidad de acción de política electoral para saber hacia dónde va el barco. Es importante que los funcionarios más cercanos al presidente entiendan que para prolongar la vida del gobierno del partido oficial se necesita contar con la participación activa de nosotros, de lo contrario nos llevarían a transitar por caminos pedregosos.
¡Es ahora ya no hay tiempo!
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