jueves, 20 de agosto de 2009

EL PELIGRO DE LAS COSAS PEQUEÑAS

Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas; porque nuestras viñas están en cierre (Cantares 2:15)

Por Víctor Cruz

¡Chicago envuelta en llamas!, anunciaron los diarios. ¡Centenares de muertos! ¡Miles desamparados!

Fue el 08 de octubre del 1871. Una vaca, propiedad de la señora O'Leary, estando en el establo al anochecer, derribó con una coz una lámpara de querosén. La paja esparcida por el suelo se incendio enseguida. Toda la región sufría las consecuencias de una larga sequía y en pocos instantes, el viento llevó el fuego a través de los campos secos. Dos tercios de las casas eran de madera y la llama de la pequeña lámpara de querosén que inició el incendio en la paja del establo, se propagó rápidamente hacia el sur y después en dirección al norte; sembrando desolación y ruina. ¡Qué devastador es el poder de las cosas pequeñas!

El incendio destruyó completamente 17,500 casas y propiedades por un valor de millones de dólares. Aproximadamente 300 personas murieron y 100,000 quedaron sin techo.

“Cazadnos… las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas”, exhorta el sabio. Así como las pequeñas zorras damnifican las vinas y destruyen los parrales que están en flor, así los pequeños pecados acariciados destruyen los viñedos del ser.

Un proverbio hindú dice: “No hay diferencia entre grande y pequeña cuando se habla de serpientes”. Igualmente afirmados: No hay distinción entre grande o pequeño, cuando se habla de pecado. Todo pecado es pecado. No hay pecado loable y otro condenable. Todo pecado, no importa su dimensión, constituye una ofensa contra Dios. No siempre son los pecados “grandes” los que arrastran a los hombres a los abismos oscuros de la destrucción. Los pequeños pecados acariciados en el corazón, los “pecaditos” no vencidos, producen resultados tan destructivos, como las grandes transgresiones. Contra esos pecados somos exhortados:

“Puede que haya hombres que tengan excelentes dones, mucha capacidad, esplendidas cualidades; pero un defecto, un solo pecado albergado, ocasionará al carácter lo que al barco una tabla carcomida: un completo desastre y una ruina absoluta”.

Triunfando cada día sobre los “pequeños” pecados, los pequeños defectos de carácter, las pequeñas debilidades, los pequeños vicios, las pequeñas condescendencias, creceremos en nuestra experiencia cristiana.

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