lunes, 17 de agosto de 2009

NUESTRO AYUDADOR

Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados (Heb. 2:18)

Por Víctor Cruz

El ser humano se siente asediado por las tentaciones desde su infancia hasta el ocaso melancólico de su existencia. Algunos ceden más fácilmente que otros, pero la tentación, de alguna forma, alcanza a todos los hombres. Satanás seduce con gran astucia a las mejores personas, empujándolas a envilecer sus ideales. Y así, el comerciante más integro es inducido a engañar a su cliente en una transacción comercial; el hombre de palabra es tentado a ocultar una verdad bajo el manto diáfano de una mentira social; el moralista es seducido por el deseo de cultivar un romance ilícito; el hijo obediente es incentivado a tratar al padre irrespectuosa o desdeñosamente; y el sobrio, es inducido a dar lugar a la ira.

Nunca sabemos cuándo nos atacará el adversario. Pero podemos estar seguros de que, antes que el Sol se ponga hoy, enfrentaremos la tentación de algunas de sus manifestaciones. Este pensamiento no nos debe asustar, pues nuestro texto indica que hay un Ayudador que tiene poderes amplios para darnos la victoria.

Pero, ¿cuáles son las credenciales de Jesús, que lo califican como nuestro Ayudador?

· “Aquel verbo fue hecho carne, y habito entre nosotros” (Juan 1:14). Se despojó de la gloria celestial y se revistió de la naturaleza humana. Nació de una virgen, experimentó la pobreza; trabajó en el banco de un carpintero, de donde salió para ejercer su obra vicaria. Vino a buscar y salvar a los perdidos.

· En su humanidad sufrió las tentaciones más aplastantes. Fue el blanco de todas las articulaciones del infierno. Pero, alabado sea Dios, ni por un minuto cedió al tentador.

· Podemos ir más allá, y decir que ningún otro ser humano fue tentado como él. El maligno siguió todos sus pasos con persistencia satánica, como nunca lo hizo con otro hombre. Pero él permaneció inmaculado.

“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Heb.4:15)

Únicamente aquel, que conoce la tentación puede comprender nuestra naturaleza pecaminosa. Vayamos, pues, con confianza ante su presencia, seguros de que él es nuestro Ayudador en la hora oscura de la tentación.

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