Ananías, ¿Por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo?
(Hechos 5:3)
(Hechos 5:3)
En la historia de la iglesia cristiana primitiva encontramos el registro de un dramático caso de disciplina impuesta sobre dos de sus miembros.
Lucas nos habla del gozo que disfrutaban los nuevos creyentes cuando eran aceptados como miembros de la comunidad cristiana. Se sentían como parte integrante de una gran familia. Este sentimiento los impulsaba a vender sus propiedades y depositar el producto a los pies de los apóstoles para suplir las necesidades de los hermanos necesitados.
Lucas destaca el contraste entre el espíritu desprendido de muchos creyentes y el comportamiento indigno de Ananías y Safira, que también vendieron sus propiedades. Tratando de engañar a la iglesia al decir que estaban dando el valor correspondiente a la venta de la propiedad, cuando de hecho estaban guardando una buena parte para sí, atrajeron sobre ellos los implacables juicios de Dios.
Dios no consideró el pecado de Ananías y Safira como algo sin importancia, y ciertamente él les tocó el corazón para que se arrepintieran. Pero ellos se sintieron cómodos con la mentira y fueron llevados por Satanás a pecar contra el Espíritu Santo. Aparentando generosidad, integridad y abnegación, se condujeron con usura para con Dios. En consecuencia, cayeron fulminados por la maldición divina.
¿Por qué se murieron dos miembros cuyo pecado no parecía ser tan grave? Si Dios duplicara esa misma medida hoy, ¿Cuántos cristianos serian también fulminados por la ira divina? Indudablemente, como dice el apóstol, “Dios no puede ser burlado”.
Ananías y Safira no estaban obligados a dar a la iglesia el valor total o ni siquiera el parcial de la propiedad vendida. El pecado que cometieron fue el de pretender que estaban dando todo, cuando en realidad retenían una parte para beneficio propio.
“Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla… Cumple lo que prometes. Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas… ¿Por qué harás que dios se enoje a causa de tu voz que destruya la obra de tus manos?”
Dios espera que cumplamos las promesas. El voto es un compromiso con Dios y ciertamente, él nos ayudará a cumplirlo.
Lucas nos habla del gozo que disfrutaban los nuevos creyentes cuando eran aceptados como miembros de la comunidad cristiana. Se sentían como parte integrante de una gran familia. Este sentimiento los impulsaba a vender sus propiedades y depositar el producto a los pies de los apóstoles para suplir las necesidades de los hermanos necesitados.
Lucas destaca el contraste entre el espíritu desprendido de muchos creyentes y el comportamiento indigno de Ananías y Safira, que también vendieron sus propiedades. Tratando de engañar a la iglesia al decir que estaban dando el valor correspondiente a la venta de la propiedad, cuando de hecho estaban guardando una buena parte para sí, atrajeron sobre ellos los implacables juicios de Dios.
Dios no consideró el pecado de Ananías y Safira como algo sin importancia, y ciertamente él les tocó el corazón para que se arrepintieran. Pero ellos se sintieron cómodos con la mentira y fueron llevados por Satanás a pecar contra el Espíritu Santo. Aparentando generosidad, integridad y abnegación, se condujeron con usura para con Dios. En consecuencia, cayeron fulminados por la maldición divina.
¿Por qué se murieron dos miembros cuyo pecado no parecía ser tan grave? Si Dios duplicara esa misma medida hoy, ¿Cuántos cristianos serian también fulminados por la ira divina? Indudablemente, como dice el apóstol, “Dios no puede ser burlado”.
Ananías y Safira no estaban obligados a dar a la iglesia el valor total o ni siquiera el parcial de la propiedad vendida. El pecado que cometieron fue el de pretender que estaban dando todo, cuando en realidad retenían una parte para beneficio propio.
“Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla… Cumple lo que prometes. Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas… ¿Por qué harás que dios se enoje a causa de tu voz que destruya la obra de tus manos?”
Dios espera que cumplamos las promesas. El voto es un compromiso con Dios y ciertamente, él nos ayudará a cumplirlo.
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