Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos
(Salmo 19:1)
Por Víctor Cruz
Desde la antigüedad el hombre se ha asombrado ante la belleza y los misterios del firmamento. Siempre es emocionante observar el espectáculo de una puesta de sol y ver con la llegada de la noche, cómo las estrellas van surgiendo, hasta que contemplamos atónitos los esplendores de un cielo tachonado de estrellas.
Muchos pueblos antiguos, sumergidos en tinieblas espirituales, decían que espíritus celestes vagando en la inmensidad del firmamento encendían, al caer la tarde, las estrellas y las constelaciones, iluminando con raro encanto el espacio sideral.
Pero, ¿cuántas estrellas brillan en el firmamento? Cien años antes de Cristo un astrónomo griego llamado Hiparco había hecho el primer catalogo de estrellas. Registroó 1,080. Las clasificó de acuerdo con el brillo y las dividió en grupos. A las más brillantes las llamo estrellas de primera magnitud. Siguió clasificándolas hasta la sexta magnitud. A partir de estas, ninguna otra estrella puede ser vista a ojo desnudo y el astrónomo llego a la conclusión que no existían más estrellas.
Ignoramos cuantas estrellas existen. Sabemos que los mayores telescopios del mundo pueden hoy fotografiar miles de millones de ellas. Con seguridad, podemos afirmar que su número verdadero está más allá de nuestra fértil imaginación. La mente humana es demasiado limitada para entender las grandezas siderales.
Extasiado con las maravillas y los encantos de las noches estrelladas, mientras velaba sobre los rebaños de su padre, en un momento de gran inspiración poética David escribió: “los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos… sin lenguaje, sin palabras, se oye sus voces”.
En los turbulentos días de la Revolución Francesa, sus dirigentes decidieron destruir para siempre todos los vestigios del cristianismo. En una calida noche de verano, uno de los revolucionarios proclamaba con arrogancia sus planes satánicos: “Todo será destruido: iglesias, biblias y pastores. Sí hasta la misma palabra de Dios será eliminada de los diccionarios.”
Un joven humilde campesino, ante la arrogante amenaza, respondió: “La revolución podrá destruir nuestros templos, nuestras biblias y a nuestros lideres religiosos, pero no podrá apagar las estrellas del cielo. Mientras brillen, proclamaran la gloria de Dios”.
Muchos pueblos antiguos, sumergidos en tinieblas espirituales, decían que espíritus celestes vagando en la inmensidad del firmamento encendían, al caer la tarde, las estrellas y las constelaciones, iluminando con raro encanto el espacio sideral.
Pero, ¿cuántas estrellas brillan en el firmamento? Cien años antes de Cristo un astrónomo griego llamado Hiparco había hecho el primer catalogo de estrellas. Registroó 1,080. Las clasificó de acuerdo con el brillo y las dividió en grupos. A las más brillantes las llamo estrellas de primera magnitud. Siguió clasificándolas hasta la sexta magnitud. A partir de estas, ninguna otra estrella puede ser vista a ojo desnudo y el astrónomo llego a la conclusión que no existían más estrellas.
Ignoramos cuantas estrellas existen. Sabemos que los mayores telescopios del mundo pueden hoy fotografiar miles de millones de ellas. Con seguridad, podemos afirmar que su número verdadero está más allá de nuestra fértil imaginación. La mente humana es demasiado limitada para entender las grandezas siderales.
Extasiado con las maravillas y los encantos de las noches estrelladas, mientras velaba sobre los rebaños de su padre, en un momento de gran inspiración poética David escribió: “los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos… sin lenguaje, sin palabras, se oye sus voces”.
En los turbulentos días de la Revolución Francesa, sus dirigentes decidieron destruir para siempre todos los vestigios del cristianismo. En una calida noche de verano, uno de los revolucionarios proclamaba con arrogancia sus planes satánicos: “Todo será destruido: iglesias, biblias y pastores. Sí hasta la misma palabra de Dios será eliminada de los diccionarios.”
Un joven humilde campesino, ante la arrogante amenaza, respondió: “La revolución podrá destruir nuestros templos, nuestras biblias y a nuestros lideres religiosos, pero no podrá apagar las estrellas del cielo. Mientras brillen, proclamaran la gloria de Dios”.
Así como este joven campesino se levanta el Partido de la Unidad Nacional, ante la arrogancia de muchos por destruir la especie humana, ante la arrogancia de aquellos que no quieren dar participación y prolongar la vida, se levanta una juventud de unidad nacional en cada rincón del país como símbolo inconfundible de la integración de la Unidad Nacional. ¡Que viva el Partido de la Unidad Nacional (PUN) por creer en nuestra juventud!
No hay comentarios:
Publicar un comentario