viernes, 13 de febrero de 2009

También debemos cambiar

POR CARLOS MORALES TRONCOSO


Los tiempos están cambiando. Como líderes políticos, nosotros también debemos cambiar, o de lo contrario, comenzaremos a parecernos a aquel famoso líder político que en el siglo diecinueve, en París, dijo: “allá va mi pueblo. Tengo ahora que averiguar adonde va Ö para dirigirlo”.En los viejos tiempos - y eso no hace mucho tiempo los verdaderos líderes políticos eran muy pocos. El liderazgo se ejercía de arriba hacia abajo. Las bases esperaban las órdenes que les llegaban desde las sedes centrales de los partidos. Las sedes centrales cultivaban la impresión de que los líderes lo sabían todo, de que eran omnipotentes y de que había que temerles.

Pero ya no vivimos en los viejos tiempos. El mundo está ahora al revés. Los viejos modelos políticos ya no funcionan. Como Demócratas Cristianos, debemos colocarnos a la cabeza de los nuevos partidos políticos, aprendiendo a compartir ideas, a compartir métodos de trabajo político, a compartir lecciones y a compartir el poder. Es mucho lo que está en juego.

En el mundo de nuestros días, tenemos que ponernos de acuerdo. Hay muchas razones para no hacerlo; pero sencillamente no podemos darnos el lujo de estar en desacuerdo. En nuestros días, los conflictos son una amenaza constante a la estabilidad del mundo, a la estabilidad de las naciones y a la estabilidad de las comunidades. Tenemos disputas fronterizas, religiosas, ideológicas, luchas por el poder y sobre recursos básicos para sobrevivir, como son: los alimentos y el agua potable.En un mundo arrastrado por el conflicto y amenazado por las crisis, necesitamos un nuevo contrato social que vincule a los pueblos de diferentes regiones, de diferentes niveles de ingreso, de diferentes prioridades y de diferentes opiniones. Como Demócratas Cristianos, nos toca a nosotros mostrar el camino.

En un mundo en el que las malas noticias parecen eclipsar las buenas noticias, necesitamos aprender unos de otros. Debemos aprender de nuestros éxitos y de nuestros fracasos. Debemos aprender de líderes como Ángela Merkel, de Alemania, y de Barack Obama, de los Estados Unidos. Debemos aceptar que lo diferente no es malo, que formas nuevas pueden ser combinadas con principios antiguos, y que las ideas de la juventud son tan válidas como la sabiduría de la vejez.En un mundo en el que las expectativas de los ciudadanos están creciendo al mismo tiempo que crece el desencanto de los votantes, necesitamos compartir modelos, estrategias y técnicas. Nadie tiene una patente sobre la democracia. Nadie tiene una marca registrada sobre la comunicación. Nadie tiene derechos exclusivos para una vida mejor. Ni ningún partido o nación posee un esquema en el que aparezca delineado el camino hacia el éxito político.
La verdad es que no vamos a encontrar ese patrón en un libro o en un simposio. En un mundo democrático, el camino hacia el éxito político sólo podemos encontrarlo involucrando y empoderando a los ciudadanos de un país para resolver sus problemas, en cooperación con el gobierno y las organizaciones no gubernamentales.

Involucramiento, empoderamiento y educación: éstas son las bases para una continua revolución democrática en América Latina. La clave para el triunfo político no es la obtención del poder, sino la distribución del poder. La clave para madurar políticamente no es mantener lo que ya tenemos, sino asegurarnos de que siga aumentando lo que los otros tienen.

En nuestro hemisferio, todos tenemos estructuras partidarias heredadas de hace años o de hace décadas. Esas estructuras, sin embargo, se han convertido en capullos en los que invernamos ñesperando por el momento propicio para lanzarnos hacia los vigorizantes peligros y las riesgosas oportunidades de un mundo más grande. La larva debe convertirse en mariposa. Llega un tiempo en el que debemos asumir nuevas formas, nuevas estructuras y emplear nuevos métodos. Este de ahora es el tiempo de despegar.

Sea que nuestros partidos estén en el poder o fuera de él, debemos aprender y re-aprender la lección de que la democracia no es sobre quién es elegido, sino sobre quién resuelve los problemas. La gente espera que la política les cambie la vida. Sabe que podemos hacerlo. Espera que lo hagamos. Si no lo hacemos, buscarán a otros que puedan hacerlo y que lo hagan.

Sabemos claramente que no podemos resolver todos los problemas de cada persona. Sabemos, de hecho, que no podremos resolver los problemas por ellos, sino con ellos. No hay manera de que podamos darle a la gente todo lo que quiere. Pero sí podemos trabajar con ellos para asegurar que puedan obtener lo que necesitan.

El modelo que necesitamos desplegar es uno en el que todos podamos jugar un rol y todos podamos ver un futuro. La clave es el empoderamiento. Todas las decisiones políticas no pueden ser tomadas en las sede centrales de los partidos Öni deben serlo. Necesitamos hacer algo más que valorar los votos. Debemos valorar las ideas. Debemos valorar el debate. Debemos valorar la democracia.

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