miércoles, 24 de junio de 2009

AVIVANDO LA FE

Este es el día que hizo Jehová; nos gozaremos y alegraremos en él
(Salmo 118:24)
Por Víctor Cruz

Al prepararnos para recibir las bendiciones del culto sabático, debemos reflexionar sobre el significado de la adoración y la actitud que debemos cultivar cuando estamos en el santuario.
La primera característica que debemos reflejar es una alegría inmensa que procede de un corazón transformado por el poder de Dios. Nuestra presencia en la casa del Señor no debe tener como motivo una imposición del pastor o el penoso cumplimiento de un deber religioso. Debemos ir al santuario animados por una alegre disposición, como el hijo que va a la casa de su padre.
Salomón, que consagró gran parte de su programa de gobierno a edificar un majestuoso templo, aconsejó: “Cuando fueres a la casa de Dios, guarda tu pie” (Ecl. 5:1). Esta reverencia debe ser motivada por el reconocimiento de la santidad de Dios y de nuestra indignidad y falta de méritos.
En el piso del templo en que un hermano inauguró su ministerio están grabadas las siguientes palabras: “Al entrar por esta puerta, hazlo como si el piso allí dentro fuera de oro y cada pared estuviera compuesta de joyas de incalculable valor; como si cantara aquí un coro con trajes de fuego. No grites, no corras, guarda silencio porque Dios está aquí”.

Durante los días de la apostasía medieval, cuando los fieles entraban en el santuario se persignaban reverentemente y asistían al ritual litúrgico en actitud contemplativa. Dentro del templo resonaba apenas la voz del sacerdote, ante el taciturno silencio de los adoradores. La Reforma rompió la tradición medieval y restauró el culto legítimo, estimulando a los adoradores a participar en la alabanza y la adoración.
Aunque no todos son llamados para ministrar en palabra y doctrina, no es necesario que sean oyentes fríos e indiferentes. “Cuando la palabra del Señor fue dirigida antiguamente a los hebreos, la orden fue: “Y diga todo el pueblo amen… esta ferviente respuesta era evidencia de que comprendían la palabra hablada y participaban en el culto de Dios.”
Participando de los ejercicios religiosos sabáticos, estaremos honrando a Dios, apoyando el programa de la iglesia y avivando en nuestro corazón de “la fe que inspiró a nuestros padres”.

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