martes, 23 de junio de 2009

FUEGO EXTRAÑO

Y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño, que él nunca les mandó (Levítico 10:1)


El Padre Fernando Aranjo de la Compañía de Jesús en el año 1942 tomando un barco en Salvador, Estado de Bahía, en compañía de otros jóvenes josistas ósea de la Juventud Obrera Católica institución fundada por el Señor José Cardijn, para ir al pueblo de Santo con el objetivo de continuar los estudios cristianos de San Pablo. Viajaríamos durante dos días y tres noches.

En aquel año de la Segunda Guerra Mundial parecía haber alcanzado su punto crítico. Dos barcos brasileños habían sido torpeados en las aguas del Atlántico Sur. Los riesgos que nos acompañaban eran evidentes. El barco estaba adecuadamente camuflado, pintado todo de negro, y se habían tomado medidas rigurosas para impedir que la embarcación fuese descubierta por algún eventual submarino.

Pero en la segunda noche, cuando estábamos en la cubierta, un pasajero irresponsable utilizó un fósforo para encender su cigarro. El comandante, al saberlo, lo reprendió severamente y lo amenazó con arrestarlo y encerrarlo en caso de reincidencia.

Felizmente aquella pequeña llama producida por el fósforo no causó la tragedia que el comandante parecía temer. Responsable por la seguridad del barco, aquel fuego fue para él un fuego abominable.

Nadab y Abiú, hijos de Aarón, también se condujeron en forma liviana al encender ante el Señor un “fuego extraño”. Ellos ocupaban, después de Moisés y Aarón, los puestos más importantes en Israel. Disfrutaban muchas ventajas y privilegios personales. Estuvieron con Moisés en el monte de Dios y fueron testigos de las poderosas manifestaciones de Jehová. No obstante, a pesar de conocer por experiencia la majestad de Dios, se comportaron liviana e irresponsablemente cuando oficiaban en el santuario.

En vez de tomar el altar del holocausto del fuego sagrado que Dios encendió, pusieron cada uno en su incensario fuego común. Y como eso era abominable al Señor, fueron consumidos.

¿Estamos nosotros, acaso como Nadab y Abiú, encendiendo fuego abominable delante de Dios? ¿Acariciamos en nuestro corazón pecados no confesados? ¿Aceptamos el espíritu que reina en el mundo? ¿Nos sentimos atraídos por el legalismo que desfigura el evangelio de Cristo? ¿Permitimos que la mente se entorpezca con el liberalismo destructivo? Todas estas se asemejan al “fuego extraño”. Únicamente el fuego auténtico del Espíritu Santo, ardiendo en nuestro corazón, podrá incinerar nuestras tendencias pecaminosas.

No hay comentarios: