Instruye al niño en su camino y aun cuando fuere viejo no se apartará de él
(Proverbios 22:6)
(Proverbios 22:6)
Por Víctor Cruz
El poeta Samuel T. Coleridge (1777-1834) conversaba cierta vez con un hombre que se oponía a la idea de dar instrucción religiosa a sus hijos. Su teoría era que en la mente de los niños no se debían formar prejuicios, para que al llegar a la edad adulta pudieran elegir sus propias convicciones religiosas. Coleridge oyó atentamente a su interlocutor y no objetó sus argumentos.
Más tarde lo invitó a pasear por su jardín y ver canteros, donde crecían vigorosas plantas dañinas. Sorprendido, el visitante exclamo: “¡Esto no es un jardín cultivado! Aquí solamente hay malas hierbas.” “Bueno”, respondió Coleridge, “no quise impedir la libertad del jardín y le di la oportunidad de formarse por sí mismo y escoger sus propias flores”.
El poeta destacó en forma objetiva una gran verdad. El niño que no es instruído desde sus tiernos años sobre el “camino en que debe andar”, fácilmente se desviará por las sendas de la perdición.
Cierta vez el profeta Jeremías visitó a un alfarero que estaba haciendo una vasija de barro.
Cuando estaba casi lista, la vasija se quebró en sus manos. Sin embargo, como la arcilla todavía no se había endurecido, el alfarero pudo usar el mismo barro para producir una nueva vasija.
Más tarde Dios llamó al profeta y le ordenó comprar una vasija de barro, perfectamente acabada, y romperla en el Valle de Hinom para ilustrar la terrible suerte de Jerusalén. La vasija había sido endurecida por fuego, y por eso era imposible volver a usar sus fragmentos para producir una nueva vasija.
Los niños son maleables, susceptibles de modificaciones y perfeccionamientos, como la arcilla que todavía no fue quemada. Pero a medida que pasan los años se endurecen en el fuego de la experiencia, perdiendo la capacidad es ser amoldados y cualquier error impreso en ellos permanece indeleble.
Un misionero, dio un conmovedor testimonio sobre la influencia del hogar en su formación religiosa. En admirable síntesis escribió: “Sea en un templo o en una catedral, en las montañas o en los campos, jamás sentiré la presencia de Dios tan cerca, tan real, como bajo el techo de nuestro humilde hogar”.
¿Qué estamos imprimiendo en el carácter de nuestros niños?
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