martes, 9 de junio de 2009

LA ESTABILIDAD DEL HOGAR

Honroso sea en todos el matrimonio y el lecho sin mancilla.
(Hebreos 13:4)

Por Víctor Cruz

En las bodas de Caná de Galilea, Jesús magnifico el matrimonio y honró la institución de la familia. En aquella época la sociedad romana se desintegrada en virtud de debilitamiento de la familia, minada entonces por la corrupción y el vicio. En vano los miembros del Senado reclamaban leyes capaces de restaurar la estabilidad del hogar. La familia romana estaba en proceso de desintegración y el imperio presentaba evidencias de irreversible decadencia.

Durante su ministerio, Jesús contó la parábola de dos hombres uno, insensato, que edificó su casa sobre la arena movediza, la cual cuyo bajo el impacto de una tempestad. El otro hombre, prudente “que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvias, y vinieron ríos y soplaron vientos y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca” (Mat. 7:74 y 25).

Nuestra sociedad necesita de hogares estables, afirmados en la Roca de los siglos. Con Cristo como fundamento, la familia podrá aguantar las tempestuosas aflicciones que muchas veces presenta la vida, los inesperados vendavales que sacuden a la persona humana; el núcleo familiar no se destruirá, porque está fundado en el Señor.

Al presentarse ante el altar para celebrar sus nupcias, los novios piensan, entre alegrías y emociones, que con este acto la unión de sus vidas se consolida. Sin embargo, en el transcurso de su experiencia matrimonial descubren el uno en el otro debilidades y deméritos que jamás sospecharon que existieran. No deben permitir que la sombra de la sospecha o la desconfianza ofusque el brillo de sus afectos. Es más fácil matar esta tierna flor, el amor, que hacerla revivir.

El apóstol Pablo dice que el amor “es sufrido… no indecoroso, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser” (1 Cor. 13:5-8).

El esposo y la esposa son socios de una gran empresa. Sus ganancias y pérdidas son comunes a ambos. Ayúdense, pues, alegremente el uno al otro. El casamiento es una partitura musical que en el piano de la vida debe ser ejecutada a cuatro manos. Y, con la ayuda de Dios, esta página musical puede ser interpretada con encanto, gracia, armonía y perfección.

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