Estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados
(2 Corintios 4:8)
(2 Corintios 4:8)
Por Víctor Cruz
La oración constituye un poderoso recurso a nuestro alcance en la lucha contra el gran enemigo del desaliento. Apoyados en sus recursos infinitos seremos “más que vencedores”.
Pablo era un hombre de oración y por eso jamás se dejó abatir por las circunstancias adversas. Avanzó con inquebrantable entusiasmo hasta alcanzar los límites extremos del Mediterráneo, llevando en sus manos callosas la bandera ensangrentada de Cristo.
Los sufrimientos y las vicisitudes que padeció están registrados en forma dramática en una de sus inspiradas cartas pastorales: “¿Son ministros de Cristo?”… yo mas en trabajos más abundante, en azotes sin número, en cárceles mas, en peligros de muerte muchas veces. De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos en frío y en desnudez" (2 Cor. 11:23-27)
Pero esta lista no es completa, pues fue presentada mucho antes de su prisión en Jerusalén y del naufragio en el Mediterráneo, cuando iba hacia Roma. Porque después que escribiera esta epístola fue tomado prisionero por lo menos tres veces más.
Con todo, vale la pena resaltar que ni las incomprensiones ni las violencias y ni las tribulaciones consiguieron aplastar el ánimo del indomable conquistador de personas que, de lugar en lugar, a través de carreteras llenas de sorpresas y peligros, por mares revueltos y bravíos, extenuado y hambriento muchas veces, dejó en la estela de sus audaces viajes un expresivo número de iglesias afirmadas en el evangelio. Pablo confiaba en la promesa: “Jehová va delante de ti; él estará contigo, no te dejará, ni te desamparará; no temas ni te intimides” (Deut. 31:8).
Desde el punto de vista humano, debería hacerse dejado abatir por el desaliento. Pero aquel que aconsejó a la iglesia “orar sin cesar”, en medio de las luchas y vicisitudes que marcaron su ministerio, pudo decir: “Estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros mas no desamparados”.
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