martes, 2 de junio de 2009

LA DISTANCIA DEL PECADO

Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones
(Salmos 103:12)

Por Víctor Cruz

La doctrina del perdón ocupa un lugar dominante en la historia de la revelación. La Biblia se refiere frecuentemente al perdón en sus diferentes formas y matices.

El Antiguo Testamento emplea tres palabras para significar el perdón: kafar, que quiere decir “cubrir”; nasa, que tiene la connotación de “levantar” o “suspender” y por extensión, “remover” y salaj, que etimológicamente significa “despedir”, “mandar que se vaya”. ¡Qué fuertes son estos tres vocablos! Por eso el pecador perdonado pasa a disfrutar una paz interior que no se puede expresar en lenguaje humano. Es la certeza íntima que Dios pone en el corazón humano de que sus pecados fueron removidos.

El rey David expresa esta consoladora verdad al decir: “Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones”. Y ¿cómo se explica una “remoción” tan grande? Es que “como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció su misericordia sobre los que le temen”.

Sí, el perdón divino es algo grandioso y sublime. Al aprobarlo, el pecador es impelido a cantar en transportes de gozo.

El profeta Miqueas aseguró a Israel que Dios tendría compasión de ellos, removería sus transgresiones y las lanzaría en las profundidades del mar. La promesa es válida para nosotros hoy, pero hay una condición. Tenemos que volvernos a él, contritos y arrepentidos y él removerá nuestras culpas y las lanzará en los abismos del mar.

El océano Pacífico alcanza la profundidad de 10.790 metros en la fosa de Mindano, profundidad superior a la altura del Everest, que es el punto más alto del mundo. El pensamiento de que Dios lanza nuestras iniquidades en tales profundidades debería llenar nuestro corazón de consuelo, gozo y confianza.

¡Qué maravillosa es esta gracia perdonadora! ¡Y cuán estupendamente espontánea deben ser nuestra alabanza y gratitud al Señor!

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