jueves, 14 de enero de 2010

VÍCTOR HUGO VS. PEDRO CORPORÁN

“La libertad puede adquirirse pero jamás se recobra”

por Víctor Cruz


Hubo un tiempo en que era preciso –tal y como sostiene ROUSSEAU- volver a revisar el CONTRATO SOCIAL, cuanto que no observaba ciertas libertades individuales y colectivas, que deliberadamente habían sido ignoradas. En el cap. IX de la obra citada, expone en tono solemne: “Se descubrirá que él (el fin que debe perseguir todo sistema de legislación), se reduce a los objetos principales: la igualdad y la libertad”. Y aún continúa: “la libertad, porque toda dependencia individual es otra tanta fuerza sustraída al cuerpo del Estado; la igualdad, porque la libertad no puede subsistir sin ella.”

Sin embargo, parece que sus reflexiones en torno a esta cuestión, lo conducen a algunas aclaraciones que se mezclan con no cierta mordacidad: “No debe entenderse por tal (por igualdad,) el que los grados de poder y de riqueza, sean absolutamente los mismos, sino, que el primero esté al abrigo de toda violencia, y que no se ejerza, sino, en virtud del rango, y de acuerdo con las leyes. En cuanto a la riqueza, que ningún ciudadano sea suficientemente opulento, para poder comprar a otro, ni ninguno lo bastante pobre para ser obligado a venderse…”

Tales contradictorias y contundentes declaraciones, vituperios, contra la sociedad de su entorno, sólo responden a un propósito: el de encajar de algún modo el sistema capitalista, en una sociedad igualitaria y liberal. Sin embargo, cierta máxima que se conoce, pero, que no se quiere difundir, vino a echar por tierra toda la estructura que delicadamente había sido erigida, en torno a esta frágil cuestión. Ella reza lo que sigue: que el reconocimiento público, es directamente proporcional al capital del que se disponga. Y ello –me atrevo a conjeturar- no sería del agrado de una mente romántica, como la de JUAN JACOBO.

Estas violentas diatribas se sucedían en cierto país, bañado por el Atlántico. Al otro lado del Gran Charco, tenía lugar algo de todo punto diferente. Todo tío Tom, salvo contadas excepciones, tiene cierto límite de aguante, ante lo que algunos han de denominar el abuso de poder, o sencillamente, el ejercicio de las naturales capacidades concedidas por la gracia de Dios. Cuando allí se enarbolaba la bandera tricolor, se proclamaban las libertades individuales, el derecho al divorcio, el sufragio universal masculino, etc., etc., etc.; aquí, se mascullaba bajo el silbido del látigo, veíanse hombres opulentos comprar y disponer de las vidas de pobres miserables, cuyo único crimen se reducía a su distinto color de piel. Ambos lugares, regidos por las mismas instituciones, asambleas, sociedades, hábitos, etc., etc., etc. ¿Cuál es, pues, la diferencia entre ambos que permite tal disparidad de disposiciones en las mismas asambleas? Unas dan la vida, las otras la arrebatan. En unas, todos los individuos son- teóricamente- iguales en su ciudadanía; en otras, no se peca de hipocresía y todos los sujetos se agrupan distintamente en diferentes órdenes, que van desde el infra-humano, al súper-humano.

El TÍO TOM ha tomado, en esta ocasión, otro nombre. Un nombre que se ajusta de manera más adecuada a sus propósitos, que no son otros que restablecer el contrato social, de modo que se reconozca su derecho inalienable a la vida, a la libertad y, por ende, a la igualdad de derechos. El apelativo: BUG-JARGAL, SEÑOR DEL CONGO.

Tal y como advierte, sino la más, una de las más brillantes estrellas del firmamento literario de todos los tiempos, y uno de los más insignes fotógrafos del alma humana, el que esta obra que intento presentar al lector, haya llegado a nuestras manos, tiene cierto aire de circunstancia. El autor no pensaba sacar esta obra de la penumbra en que estaba sepultada; pero, al saber que un librero de la capital se proponía reimprimir su anónimo boceto, se ha creído en la obligación de evitar esta reimpresión, poniendo él mismo al día su trabajo, revisado, y en cierto modo rehecho, precaución que ahorra una molestia a su amor propio de autor, y al susodicho librero, una mala especulación.

En 1818, VÍCTOR-MARIE HUGO, de dieciséis años de edad, hizo una apuesta, sin la cual no podríamos disfrutar de BUG-JARGAL. Apostó a que escribiría un volumen en quince días. Lo hizo, y el resultado de ello habría de ser, tal y como se ha dicho, objeto de interés en 1832, cuando Víctor no carecía ya de cierto nombre. Recompuso las páginas producto de su juventud, sin que por ello, dejara de ser la primera hija literaria que, a semejanza de Atenea, saliera de la cabeza del genial poeta.

En esta primogénita, se aprecian algunos rasgos característicos de la tumultuosa personalidad que se adivina, tras los Miserables o Nuestra Señora de París. Sin embargo, si en éstos la corriente dominante y la actitud preponderante en el laureado escritor, es la de realismo, auténtico realismo, en cuya inmensidad no tienen cabida ni las hipocresías, ni las zalamerías para con el cuerpo de la sociedad, en aquélla, se vislumbra a un Hugo mucho más romántico, enamorado aún de la realidad, carente del tono de resentimiento amargo que parece teñir a sus deliciosamente miserables páginas de denuncia social.

Sin embargo, a pesar del ínclito y fervoroso empeño de BUG-JARGAL, por restablecer el pacto social de una manera más justa, para con sus conciudadanos, sus aliados, los demás caudillos, cabecillas de las legiones de negros y de mulatos, que asolaron Santo Domingo en 1791. Pronto olvidan su inicial propósito de obtener la igualdad de derechos, y ven conveniente el invertir las tornas, como retribución por todos los daños y perjuicios sufridos bajo el yugo de los blancos, hacerse generalísimos, grandes mariscales y príncipes soberanísimos, de Su majestad católica de no sé dónde. Para ello deben sembrar el terror entre los blancos, además, de presentar sus exigencias a la Asamblea Colonial, de modo que ofrezcan alternativas a los blancos. Sin embargo, dicho ultimátum exige de los advenedizos aristócratas un dominio del lenguaje, del que carecen. Leopoldo d’Auverney, capitán de regimiento y sobrino de uno de los más insignes ciudadanos de Santo Domingo, será el individuo que tenga la dicha de hacer de escriba para los SS.EE.MM.AA, esto es, Sus Excelentísimas Majestades Analfabetas. Todo ello, sazonado con las convenientes dosis de intriga y amor, hacen de BUG-JARGAL una novela recomendable, primogénita del autor de los Miserables, súmmum de la narrativa y de la daguerrotipia del alma humana.

A pesar de que no alcanza ese clímax literario, del que da fé los Miserables, bien es cierto que se le presentan al lector, en su conjunto, fragmentos de gran valía, que suscitan sentimientos encontrados en su persona. Transcribamos, a modo de ejemplo, algún fragmento de los susodichos:

El artesano sufrió primero su interrogatorio:

-¿Quién eres?- le dijo Biassou.
- Santiago Belin, carpintero del hospital de los Padres Religiosos en el Cabo.
Alguna sorpresa, mezclada de vergüenza, asomó en el rostro del generalísimo.
- ¡Santiago Belin!- repitió mordiéndose los labios.
- Sí- repuso el carpintero-. ¿Pues qué, me desconoces?
- Empieza tú por reconocerme y acatarme.
- ¡Yo no saludo a mis esclavos! [...]


Y más:

[...] el generalísimo pareció que meditaba por un momento, y después dirigió al negro con suma gravedad estas palabras:
- Mucho me alegraría de premiarte
(haciéndote oficial), porque estoy contento de tus servicios; pero todavía se requiere otra circunstancia más: ¿sabes el latín?
[...] Y desplegando un estandarte en que estaba inscripto el versículo del salmo In exitu de Aegypto, añadió:
- Explícame lo que significan estas palabras.
[...]- ¿Cómo es eso –exclamó-, pícaro desvergonzado? ¿Tienes el atrevimiento de querer ascender a oficial y no sabes latín?
[...]- Escúchame, bruto: In exitu, ningún soldado; Israel, como no sepa latín; de Aegypto, puede llegar a oficial.

Estas semblanzas del pasado, llevan ineludiblemente a una comparación con el presente, la obra de PEDRO CORPORÁN al escribir el himno del Partido de la Unidad Nacional (PUN); música de Rafael Solano, ambos han cumplido su misión esclarecedora, disfrutemos su obra:

¡Que viva la unidad!
¡Que viva la razón!
Y que viva el corazón
Que late por la Paz.

Unidad que armoniza los hombres
Unidad bendición de la Paz
Unidad
que nos trae la esperanza

De vivir con Justicia Social.

Unidad que bendice las glorias
De las luchas por la libertad
Y bautiza de nuevo la historia
De la patria y la nacionalidad.

Unidad que ennoblece tu alma
Liberando palomas de Paz
Y elevar hasta el cielo el principio
Libertad con Justicia Social.

Unidad que te alumbra el espíritu
Como tea de luz celestial
Y seguir la conciencia de Cristo
Moraleja de amor y de Paz…
Moraleja de amor y de Paz.

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