Bienaventurado el que lee y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas. (Apocalipsis 1:3)
Por Víctor Cruz
Si fuera posible, Satanás debilitara al movimiento cristiano para transformarlo en una denominación común, teniendo la Biblia como apenas una piadosa reliquia cubierta de polvo sobre el púlpito de nuestras iglesias, o perdida en medio de otros libros en los hogares cristianos. Por eso el Señor nos previene al decir: “Bienaventurado el que lee y los que oyen las palabras de esta profecía y guardan las cosas en ellas escritas”.
Cierto noble, en los días de Juan Wesley, edificó y donó a la iglesia una capilla. Era un entusiasta de los cultos públicos. Le gustaba oír cantar al coro, e incluso el sermón, cuando no era demasiado largo. Un día llego un nuevo ministro predicando un claro mensaje de arrepentimiento, confesión y obediencia a Dios. Entonces aquel hombre noble se retiro, diciéndole a alguien que estaba en la puerta: ¿Qué te parece? ¡El predicador tiene la audacia de aplicar la religión a la vida privada de los hombres!
Claro que la verdadera religión no se limita a una Biblia cerrada. Implica la lectura de la Palabra y la práctica de sus enseñanzas. Bienaventurado el que lee, el que oye el que guarda las cosas que en ella están escritas.
“Como el minero descubre vetas de precioso metal ocultas debajo de la superficie de la tierra, así también el que perseverantemente escudriña la palabra de Dios buscando sus tesoros ocultos, encontrará verdades del mayor valor que se ocultan de la vista del investigador descuidado.”
El gran misionero Hudson Taylor tenía la costumbre de pasar una hora con Dios antes del amanecer. Fuese lo que fuese el lugar o las circunstancias que lo rodearan en la China, aprovechaba esta hora temprana para escudriñar la Biblia. A los 71 años leyó la Biblia entera 40 veces en 40 años. Esto es lo que él dijo: “La cosa más difícil en la vida de un hombre es preservar en estudiar la Biblia con regularidad y oración. Satanás siempre presenta otra cosa para hacer exactamente cuándo nos disponemos a leer el libro de Dios”.
En estos días, caracterizado por la prisa y la agitación, a semejanza de Hudson Taylor debemos consagrar tiempo a la devoción, teniendo en vista el fortalecimiento de la fe a través de la lectura de las Sagradas Escrituras.
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