miércoles, 13 de mayo de 2009

UN HOMBRE NUEVO

No te maravilles de que dije: Os es necesario nacer de nuevo
(Juan 3:7)

Por Víctor Cruz

Un predicador que siempre hablaba sobre la necesidad del nuevo nacimiento, repetía con elocuencia el versículo bíblico: “Os es necesario nacer de nuevo”. Interrogado sobre su preferencia por este tema, respondía: Porque “Os es necesario nacer de nuevo”.

A menudo nos olvidamos de cuan necesario es que practiquemos día a día el nuevo nacimiento. Todas las mañanas, escribe la pluma inspirada, debemos consagrarnos a Dios por ese día. El nuevo nacimiento requiere una consagración diaria al Señor.

Ninguna invención humana puede cambiar el corazón de un ser incrédulo. Es cierto que un hábil cirujano plástico puede cambiar la apariencia exterior de un paciente. Sin embargo, únicamente el Espíritu Santo tiene poder de realizar el milagro de modificar la vieja vida, transformando la naturaleza humana.

El salmista anheló ardientemente disfrutar este milagro regenerador en su vida. Después de haber descendido al abismo oscuro del pecado, suplicó angustiosamente: “Crea en mi, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí” (Sal. 51:10). Para alcanzar este corazón puro, el pecador arrepentido clama a Dios como lo hizo el apóstol Pablo: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Rom. 7:24). Cuando nos despojamos del yo es cuando el Señor puede transformarnos en una nueva criatura.

Pero, ¿cómo puedo despojarme del propio yo? El Espíritu Santo, operando en el corazón, crea la convicción de pecado. Arrepentida la persona suspira por auxilio y desea ser purificada de todo mal. Como el rey David, suplica: “Lávame, y seré mas blanco que la nieve”. Después de confesar sus transgresiones, las bendiciones del Espíritu Santo penetran en la vida de la persona y ella se transforma en una nueva criatura. El ser permanece ahora ante Dios, purificado, perdonado y justificado. Comienza entonces una vida nueva, nacida de Dios, destinada a crecer hasta alcanzar la estatura completa de hombres y mujeres en Cristo Jesús.

Lutero decía que así como la cobra cuando envejece busca una grieta en una roca y arrastrándose deja allí su piel, así también el pecador debe dirigirse a la “Roca de los siglos” y desvestirse allí de su vieja piel, su presunción, su voluntad, sus ambiciones y sus deseos, transformándose en un hombre enteramente nuevo.

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