Fueron halladas tus palabras y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón (Jeremías 15:16)
Por Víctor Cruz
Cuando Josías inició su reinado, el pueblo de Judá vivía un periodo de grave crisis espiritual. Hacía muchos años que el libro de la ley había sido ignorado, quedando el pueblo privado de su orientación y enseñanzas. Sin la santificadora influencia de la revelación escrita, Judá se apartó de Dios y siguió los tortuosos caminos de la idolatría.
Una de las primeras realizaciones de Josías fue la reparación y limpieza del templo abandonado. Hilcias, el sumo sacerdote, al administrar las obras de restauración del santuario, encontró por casualidad el libro de la ley que estaba perdido. Aquel precioso hallazgo revolucionó sorprendentemente la vida nacional.
El piadoso rey de Judá, con el corazón conmovido, “subió a la casa de Jehová con todos los varones de Judá… y leyó, oyéndolo ellos, todas las palabra del libro… Y poniéndose el rey en pie junto a la columna, hizo pacto delante de Jehová, de que irían en pos de Jehová y guardarían sus mandamientos… con todo el corazón y con toda el alma, y que cumplirían las palabras del pacto que estaban escrita en aquel libro” (2 Rey. 23:2,3)
El rey leyó el libro delante el pueblo y la influencia transformadora de la Palabra inspirada se hizo sentir en forma admirable en la vida de Judá. Hicieron una limpieza completa de todo cuanto desagradaba al Señor. Hechiceros y adivinos; ídolos y altares, y todas las prácticas abominables del paganismo fueron proscritas, porque estaban en armonía con las instrucciones contenidas en el libro providencialmente encontrado por Hilcias.
Ese es el maravilloso poder del Libro de Dios en la vida de un pueblo. Alejados de la revelación escrita, los hombres se corrompen y se desvían de la justicia. Tomando el Libro y asimilando sus enseñanzas, los hombres se arrepienten de sus rebeliones y se vuelven con humildad al Señor en busca de perdón.
Hablamos sobre la necesidad de un gran reavivamiento espiritual en nuestros días. Pero, así como en los días de Josías, el despertar que tanto anhelamos sólo ocurrirá cuando regresemos a la Biblia. La Palabra de Dios tiene que volver a ser nuevamente el centro de interés de los cristianos. Repitamos con Jeremías: “Fueron halladas tus palabras y yo las comí, y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón”.
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