lunes, 14 de septiembre de 2009

ALENTADORA PROMESA

Y se le dará su pan, y sus aguas serán seguras
(Isaías 33:16)

Por Víctor Cruz

Hace muchos siglos, un próspero agricultor oriental llamado Job, aprendió la gran verdad de que aun en el plano material, vale la pena servir al Señor. Era dueño de tres mil camellos. Poseía siete mil ovejas en sus campos. Disponía de quinientas yuntas de bueyes y otros tantos asnos, para ayudar en el cultivo de la tierra y para transportar sus cargas. Un gran número de empleados cumplía sus órdenes en la administración de sus negocios. Tenían también siete hijos y tres hijas. Era el hombre más próspero de todo el oriente.

Pero, éste rico agricultor era también un hombre noble y temeroso de Dios. Se deleitaba en cumplir la voluntad divina y las bendiciones de Dios descansaban generosas sobre él.
Pero un día… En poco tiempo sus haberes de disiparon y se convirtió en el príncipe de los mendigos. Hasta sus mismos hijos perecieron trágicamente. Y como si todo eso no bastara, fue herido “con una sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza. Y tomaba Job un tiesto para rascarse con él y estaba sentado en medio de cenizas”. ¡Cuán deplorable era su estado!

Su esposa, desorientada ante tanto infortunio, le dijo a su afligido compañero: “¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios y muere”. Con todo, el piadoso esposo respondió: “Como habla cualquiera de las mujeres fatuas has hablado”. “Aunque él me matare, en él esperaré”.

¿Cuál fue el resultado de la firme lealtad de Job a Dios? La Palabra inspirada termina el relato diciendo: “Y bendijo Jehová el postrer estado de Job más que el primero; porque tuvo catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas. Y tuvo siete hijos y tres hijas”

No debemos derivar de ésta experiencia la idea de que Dios siempre duplica los bienes de aquellos que andan en rectitud. Él sabe que con frecuencia redunda en nuestro propio bien negarnos algunas bendiciones que tanto ambicionamos.
Podremos tal vez volver a disfrutar la misma prosperidad de Job, pero nos pertenece la promesa alentadora: “El que camina en justicia y habla lo recto… se le dará su pan, y sus aguas serán seguras. Tus ojos verán al Rey en su hermosura; verán la tierra que está lejos” (Isa. 33:15-17).

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