martes, 8 de septiembre de 2009

LIBERTAD

Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres
(Juan 8:32)

Por Víctor Cruz

En un día patrio se ve, en todas las naciones, y flameando al soplo de los vientos, la bandera nacional. En ese día desfilan garbosos, en un uniforme de gala, los batallones representativos de las fuerzas armadas y se pronuncian discursos elocuentes que describen las luchas épicas de un pueblo en su afán por conquistar su propia independencia.

Festejemos esas magnas fechas acordándonos de que como nación somos libre, pero como individuos continuamos tan esclavos como si viviéramos en los días infamante sistema de la esclavitud.

La libertad no existe si el espíritu permanece esclavizado. Y bajo este aspecto, todos los hombres, en todas las naciones, se encuentran doblegados por el peso esclavizador del pecado. Algunos pensaban que la educación sería suficiente para libertad el espíritu humano del yugo opresivo de su propia maldad. Pero descubrieron que el mero cultivo del intelecto no es suficiente para emanciparlo de su naturaleza inferior.

Dirigiéndose a los judíos, que entonces sufrían las consecuencias de un humillante yugo impuesto por el imperio romano, Jesús dijo: “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36). No se refería a la esclavitud que Roma imponía al pueblo hebreo, sino que destacaba la existencia de otra esclavitud más humillante y de consecuencias más duraderas: la sujeción del espíritu al poder de la impiedad.

Conociendo que sus oyentes aspiraban a la emancipación nacional y esconzándose por evitar que sus palabras fueran interpretadas erróneamente, Jesús añadió: “De cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pescado”. Y, continuando su discurso, les indicó el camino de la verdadera libertad: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”.

“¿Qué es la verdad?”, preguntó Pilato, el vacilante representante del Cesar, cuando careaba a Jesús, entonces acusado por la multitud. Lamentablemente, volvió enseguida las espaldas al Nazareno para no tener que enfrentar la verdad.

La libertad política, económica y religiosa es preciosa: es el derecho de pensar, hablar, y adorar a Dios sin restricciones. Pero únicamente la Verdad nos libertara de la tiranía del mal.

Roguemos al Señor que nos emancipe de la cruel esclavitud del pecado.

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