jueves, 3 de septiembre de 2009

LA VERDADERA GRANDEZA

Porque será grande delante de Dios
(Lucas 1:15)
Por Víctor Cruz

Mientras el adolecente Jesús, en Nazaret, secundaba los esfuerzos de José, manejando el martillo y midiendo las ventanas, en el desierto se oía una voz vibrante que anunciaba la llegada del reino de Dios. Esta voz severa y grave, que clamaba vigorosamente, era la voz de Juan el Bautista, el profeta escogido por la Providencia para aplanar los caminos del Señor.

Acerca de éste singular mensajero había dicho, en la anunciación, el ángel revelador: “Porque será grande delante de Dios”. Por cierto, este varón anunciado, no sería grande en el consenso de los hombres, sino que los seria en el concepto divino.

Fue grande en su obra. Su incisivo y poderoso mensaje conmovió todo Judea y a todo el pueblo. Al mismo tiempo que proclamaba la necesidad de un arrepentimiento genuino, como señal de purificación de los pecados; llevaba a los penitentes a las aguas, donde solemnemente celebraba el sagrado ritual del bautismo.

Fue grande en su coraje. Nunca dio muestras de pusilanimidad o tibieza. Con incomparable tranquilidad reprobó las iniquidades y abominaciones, entonces prevalecientes. No temió siquiera la ira de Herodes Antipas; el disoluto tetrarca de Galilea, a quien reprobó vigorosamente en virtud de la alianza espuria que mantenía con Herodías, esposa de su hermano. Esta actitud audaz lo llevó con posterioridad al martirio. Pero conviene destacar, que ni aun lo amenaza de muerte sería capaz de silenciar aquella voz valerosa.

Sería bueno que en esta época de condescendencia hubiera más hombres semejantes a Juan Bautista: francos y osados en condenar las transgresiones y los desvíos humanos.

Fue grande en su fe y confianza. Encerrado en la fortaleza de Herodes, entre las paredes limitadas de una prisión, Juan presentía el fin de su agitado ministerio. El drama de su martirio se dibujaba en colores siniestros.

Abatido ante tanto infortunio, sin comprender la razón de su desdicha, caminaba perplejo en la soledad de su celda. Sin embargo, su fe en el Señor, jamás se debilitó. Martirizado finalmente por orden del libertino gobernador, su vida, en sus soberanos designios.

En este siglo en que los hombres cultivan la grandeza, bien merece un destaque especial la vida de Juan el Bautista, el varón que, en todos los aspectos, fue “grande delante de Dios”.

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