Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan
(Mateo 25:8)
(Mateo 25:8)
Por Víctor Cruz
El progreso industrial, con su voraz hambre de energía, consume volúmenes cada vez mayores de combustible, precipitando el gradual agotamiento de las fuentes de energía tradicional. De acuerdo con las previsiones sombrías, las reservas mundiales de carbón, petróleo y gas natural deberán agotarse dentro de pocos decenios, aun teniendo en cuenta el descubrimiento de nuevos depósitos y el perfeccionamiento del sistema de prospección.
La única manera de evitar una catástrofe, dicen los científicos sería la utilización de otras fuentes energéticas naturales. Esto nos lleva inevitablemente a considerar otra especie de crisis. La escasez del aceite sagrado, la energía divina dentro de la iglesia.
Jesús anunció esta perturbadora realidad cuando contó la parábola de las diez vírgenes. Todas ellas, dijo Jesús, tenían sus lámparas, y mediante su brillo, salieron a encontrar al esposo. Las vírgenes prudentes tenían una adecuada provisión de combustible. Estaban preparadas para enfrentar una eventual tardanza del esposo.
Pero, la llegada del novio ocurrió más tarde de lo que estaba previsto. Y cuando finalmente entre el alborozo, se hizo oír el grito festivo “¡Aquí viene el esposo!”, todas se levantaron y se prepararon para integrarse al cortejo nupcial. En ese momento surgió la crisis inesperada. Cinco de ellas se dieron cuenta de que sus lámparas estaban apagándose por falta de aceite. En aquella época, llevar una lámpara a una celebración matrimonial, sin llevar suficiente combustible era una falta de consideración para con los novios y familiares.
Agitadas e inquietas, salieron en busca de más aceite. Y cuando volvieron jadeantes y cansadas, encontraron la puerta cerrada. El festín había comenzado. ¡Era demasiado tarde!
La lección en ésta parábola aparece claramente destacada en las palabras de Jesús: “Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del hombre ha de venir” (Mat. 25:13).
Nuestra preparación para el encuentro con el novio en su segunda venida dependerá de una adecuada provisión de aceite, la plenitud del Espíritu Santo. ¡Que el Señor nos encuentre con nuestras lámparas brillando con abundante provisión del combustible sagrado, el aceite del Espíritu!
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