miércoles, 2 de diciembre de 2009

LA INSEGURIDAD DE LA SALVACIÓN

Dios nuestro Salvador… quiere que todos los hombres sean salvos (1 Timoteo 2:3, 4)

Por Víctor Cruz

¿Por qué tantos de nuestros hermanos sufren las angustias de la incertidumbre de la salvación? En primer lugar, la inseguridad en cuanto a la eternidad puede tener como causa un sentimiento de culpa. Las transgresiones no confesadas, los pecados acariciados, destruyen la paz interior y producen ansiedades y dudas. Tenemos, sin embargo, la consoladora promesa: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).

En segundo lugar, el sentido de insuficiencia, la incapacidad para ajustarnos a las normas divinas, la discrepancia que existe en nosotros entre la realidad y el ideal, generan un profundo sentido de indignidad. ¡Cuán importante es el mensaje de la justificación por la fe! La justicia de Cristo suple nuestras deficiencias.

La inseguridad puede tener también como origen la incomprensión de la diferencia que existe entre la tentación y el pecado. La presencia intima de tentaciones pecaminosas y de impulsos inconfesables hace que algunos repitan con angustia las palabras de Pablo: “¡Miserable de mí!” (Rom.7:24). Pero estos hermanos olvidan que el mismo evangelista, en otra ocasión, exclamó triunfante: “Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Cor. 15:57).

Otra razón es la incapacidad de comprender el carácter de Dios y su plan redentor, imaginándose que Dios es un fiscal severo e inmisericorde, ávido por encontrar en nosotros fallas que nos descalifiquen a un lugar en su reino ¡Pero Dios es amor, compasión y seguridad!

Para los que viven atribulados por la duda y la inseguridad, presentamos las palabras inspiradas: “El pecador… puede decir: Soy pecador, pero Cristo murió en la cruz del Calvario para salvarme. No necesito permanecer un solo momento más sin ser salvado. Él murió y resucitó para mi justificación, y me salvará ahora. Acepto el perdón que él ha prometido.”

Con esta seguridad podemos alegremente cantar: “Salvo en los tiernos brazos de mi Jesús seré y en su amoroso pecho siempre reposaré”.

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