Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió los pies de Jesús
(Juan 12:3)
La aldea de Betania, a tres kilómetros de Jerusalén, era uno de los lugares que más le agradaban al Señor.
Hubo en esta aldea una cena memorable. Entre los que estaban en la fiesta figuraba Lázaro, el que, después de cuatro días en el sepulcro, había sido públicamente resucitado. Nadie podía negar que su resurrección fuese una realidad. Trascurridas algunas semanas, allí estaba él entre los comensales; el mismo Lázaro que había sido declarado muerto y sepultado.
Mientras disfrutaban las alegrías de aquella fiesta, María, hermana de Lázaro, penetró furtivamente, llevando en su mano un frasco con un perfume carísimo. Era todo lo que poseía, como se concluye por el comentario que hizo Judas.
María quebró el frasco y con su contenido ungió los pies de aquel a quien ella tanto amaba. Con este gesto generoso dio todo lo que tenia al Señor.
En su libro The Gift of The Magi (El regalo de los magos), O. Henry cuenta la historia de una pareja de norteamericanos. Eran muy pobres; poseían pocas cosas en este mundo. La esposa, sin embargo, tenía largos y sedosos cabellos. Eran para ella su mayor riqueza. Y la única cosa que su esposo poseía era un reloj de oro que había pertenecido a su abuelo.
Los dos se amaban intensamente. Y ahora era vísperas de Navidad y Della la esposa, quería darle un regalo especial a su esposo. Se dirigió a una tienda de pelucas y les vendió todo su cabello, recibiendo veinte dólares. Con esa suma compró una cadena para el reloj de su querido esposo.
Mientras tanto, Jim, el esposo decidió vender el reloj y compró dos bellísimos prendedores para el cabello de Della.
A la noche, Jim vio que su esposa no tenía cabellos largos para usar los prendedores. Y ella le obsequió a él la cadena para un reloj que ya no poseía. El gran amor que tenían el uno para el otro los llevó al extremo sacrificio… sin pensar en el precio.
María no calculó el costo del presente representado por el vaso de alabastro. Fue un gasto extravagante. Pero extravagante fue también el amor de Jesús revelado en el Calvario. Alguien dijo que arriba en la cruz debería escribirse la siguiente leyenda: “Él amó demasiado”.
Hubo en esta aldea una cena memorable. Entre los que estaban en la fiesta figuraba Lázaro, el que, después de cuatro días en el sepulcro, había sido públicamente resucitado. Nadie podía negar que su resurrección fuese una realidad. Trascurridas algunas semanas, allí estaba él entre los comensales; el mismo Lázaro que había sido declarado muerto y sepultado.
Mientras disfrutaban las alegrías de aquella fiesta, María, hermana de Lázaro, penetró furtivamente, llevando en su mano un frasco con un perfume carísimo. Era todo lo que poseía, como se concluye por el comentario que hizo Judas.
María quebró el frasco y con su contenido ungió los pies de aquel a quien ella tanto amaba. Con este gesto generoso dio todo lo que tenia al Señor.
En su libro The Gift of The Magi (El regalo de los magos), O. Henry cuenta la historia de una pareja de norteamericanos. Eran muy pobres; poseían pocas cosas en este mundo. La esposa, sin embargo, tenía largos y sedosos cabellos. Eran para ella su mayor riqueza. Y la única cosa que su esposo poseía era un reloj de oro que había pertenecido a su abuelo.
Los dos se amaban intensamente. Y ahora era vísperas de Navidad y Della la esposa, quería darle un regalo especial a su esposo. Se dirigió a una tienda de pelucas y les vendió todo su cabello, recibiendo veinte dólares. Con esa suma compró una cadena para el reloj de su querido esposo.
Mientras tanto, Jim, el esposo decidió vender el reloj y compró dos bellísimos prendedores para el cabello de Della.
A la noche, Jim vio que su esposa no tenía cabellos largos para usar los prendedores. Y ella le obsequió a él la cadena para un reloj que ya no poseía. El gran amor que tenían el uno para el otro los llevó al extremo sacrificio… sin pensar en el precio.
María no calculó el costo del presente representado por el vaso de alabastro. Fue un gasto extravagante. Pero extravagante fue también el amor de Jesús revelado en el Calvario. Alguien dijo que arriba en la cruz debería escribirse la siguiente leyenda: “Él amó demasiado”.
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