martes, 31 de marzo de 2009

EL GOZO DE LA VIDA CRISTIANA

Pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo
(Juan 16:22)

Por Víctor Cruz

Los verdaderos cristianos son un pueblo alegre. Irradiando contentamiento y certeza, debilitan el argumento de Satanás de que la experiencia cristiana no pasa de una monótona y aburrida sumisión a una larga lista de prohibiciones. Dan pruebas irrefutables de eso la veracidad del texto escogido para hoy: “y… nadie os quitará vuestro gozo”.

La alegría constituye la nota tónica del Nuevo Testamento. Fue uno de los rasgos más atrayentes de la personalidad de Jesús. “En su rostro no se veía una expresión de amargura o dolor, sino siempre de paz y serenidad. Su corazón era un manantial de vida. Y dondequiera que iba llevaba descanso, paz, gozo y alegría”.

En su Epístola a los filipenses, Pablo exalta la importancia del gozo en la vida cristiana. Sus palabras son como un mar de alegría bañando las playas de nuestra experiencia religiosa. “Completad mi gozo”. “Regocijaos también vosotros conmigo”. “Por lo demás, hermanos, gozaos en el Señor”. “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez os digo “¡Regocijaos!” “En gran manera me gocé en el Señor”. En efecto, la alegría fluye abundante a lo largo de esta epístola.

Es sorprendente, sin embargo, pensar que el apóstol estaba confinado dentro de una prisión cuando escribió esta carta. Aunque las circunstancias le eran adversas, compartía con los creyentes de Filipos el gozo radiante de su experiencia en Cristo.

Harry Emerson Fosdik (1878-1969) escribió las siguientes palabras: “El nuevo Testamento es el libro más alegre del mundo. ¡Comienza con la alegría de los pastores por el nacimiento de Jesús y termina con el majestuoso cuadro de la multitud, que nadie puede contar, cantando coros de aleluya!”

Las tragedias narradas en el Nuevo Testamento: el martirio de Juan el Bautista, el apedreamiento de Esteban, la muerte de Jesús, las prisiones de Pablo, el martirio de Santiago y otros acontecimientos infaustos, podrían transformarlo en un libro de lamentaciones. Pero la religión que nació de sus páginas inundó el mundo de alegría.

Juan describe el gozo final del pueblo de Dios: “¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina!”

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