lunes, 9 de marzo de 2009

EL TRONO POR UN AMOR

Por la fe Moisés… rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios. (Hebreos 11:24, 25)
Por Víctor Cruz

El extraordinario caso de amor de Eduardo VIII, rey de Inglaterra, apasionó al mundo. Renunció, a la corona, al poder y la gloria, para casarse con Wallis, una mujer divorciada. Fue una decisión que no armonizaba con el espíritu oportunista de la época. Era demasiado romántico para ser verdadero.

Se analizaron diferentes motivos en el esfuerzo por descubrir las razones de Eduardo. Serian, según opinaban algunos, de naturaleza política: sus incompatibilidades con la corona, su aversión al protocolo que le imponían la realeza. Wallis era sólo un pretexto para desembarazarse de los pasados deberes en la rutina del oficio de reinar. ¡Cuántos juicios, cuánta condenación vehemente, cuánta simpatía enternecedora encontramos en las tentativas para interpretar las razones que llevaron a un hombre, como Eduardo VIII, a decidir cambiar el trono por un amor!

Esa decisión dramática nos trae a la mente la emocionante vida de Moisés. “Del humilde hogar de Gosen, el hijo de Jocaded pasó al palacio de los faraones, al cuidado de la princesa egipcia que le dio la bienvenida como a un hijo amado y mimado… Siendo aún Egipto en ese tiempo la nación más poderosa y civilizada, Moisés, como soberano en perspectiva, era heredero de los mayores honores que el mundo le podía otorgar. Pero su elección fue más noble. Por el honor de Dios y el libramiento de su pueblo oprimido, Moisés sacrificó los honores de Egipto”.

¡El torno por un ideal! “Por la fe Moisés… rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes de ser maltratado con el pueblo de Dios… teniendo por mayores riquezas el vitupero de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón”.

¡Ejemplo extraordinario de abnegación y renuncia! En lugar de la pompa y los esplendores de la realeza, prefirió el oprobio y la ignominia de un pueblo oprimido. Su notoria intimidad con Dios lo inspiró en esta importante decisión. ¡Qué extraordinaria fue la obra que realizó a favor de su pueblo! En la ejecución de sus planes, buscaba siempre la presencia divina. El secreto del éxito en nuestra vida está en ir, como Moisés, a la presencia de Dios antes de ejecutar las tareas que nos fueren confiadas.

No hay comentarios: