Pero mi siervo Caleb, por cuanto hubo en él otro espíritu, y decidió ir en pos de mí, yo le meteré en la tierra donde entró
Por Víctor Cruz
Después de peregrinar durante dos años por el desierto de Parán, el pueblo de Israel llego a un lugar llamado Cades-barnea, junto a la frontera de Canaán. Deslumbrados, contemplaron un paisaje verde, con flores en profusión y agua corriente en abundancia.
Moisés antes de introducir al pueblo en aquella tierra, mandó doce espías para sondearla. Le ordenó al líder: “Subid… y observad la tierra cómo es, y el pueblo que la habita, si es fuerte o débil, si poco o numeroso… y cómo son las ciudades habitadas, sin campamentos o plazas porticadas”.
En la ejecución de esta tarea gastaron cuarenta días. Vieron el mismo escenario, con sus grandes desafíos e inmensas posibilidades. Sin embargo, perplejos, diez entre ellos presentaron un informe sombrío, inspirado en la incredulidad. Pero Caleb y Josue, los otros dos espías, manifestando “otro espíritu”, aunque admitiendo la existencia de algunos desafíos, reafirmaron su confianza en que guiados por la poderosa mano de Dios, serían capaces de conquistar la tierra y poseerla como preciosa herencia.
La disposición revelada por estos hombres era una evidencia elocuente de que los motivaba “otro espíritu”. Como hijos de Dios tenemos el deber de demostrar hoy un espíritu diferente de aquel que caracterizaba a los hombres del mundo. Pero, ¿en qué puntos deberíamos ser diferentes? Podríamos mencionar, por ejemplo, el régimen alimentario, el vestuario, las recreaciones, etc.
Como los diez espías en el pasado, muchas veces nos demoramos pensando en las dificultades que nos rodean, en vez de mirar hacia aquel que prometió llevarnos de todas ellas y conducirnos triunfantes a su reino eterno. ¿Por qué permitirnos que el desánimo domine nuestra vida? ¿Por qué murmuramos frecuentes quejas y lamentos? ¿Por qué oímos entre nosotros palabras que traducen duda e impaciencia? Simplemente porque permitirnos que las circunstancias excluyan a Dios, en lugar de permitir que él guíe nuestros pasos y motive nuestras decisiones.
Caleb y Josué vivían a la luz de la presencia divina, mientras que sus compañeros de misión prefirieron seguir envueltos en las sombras de la incertidumbre.
¡Oh Dios! Concédenos hoy un “espíritu diferente.” Y la voz mía tiene poder.
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