jueves, 26 de marzo de 2009

PODEROSO REFUGIO

Porque tú eres mi roca y mi castillo; por tu nombre me guiarás y me encaminaras
(Salmo 31:3)
Por Víctor Cruz

El Salmo 31 es, sin duda, un encantador poema de confianza y victoria. Constituye un cántico sublime, entonado por David, significando su fe en Dios y su cuidado protector.

Los peligros que constantemente nos rodean nos llevan a buscar refugio y protección. Después de la lucha y los desgastes del día buscamos en la intimidad del hogar, el abrigo para el cuerpo cansado y el lenitivo para el espíritu abatido.

Cuando las fuerzas de la naturaleza se agitan y los relámpagos amenazadores iluminan la noche oscura y nos sentimos inseguros buscamos ansiosos un refugio contra la furia de los elementos.

Los cristianos del primer siglo, cuando eran víctimas de las violentas persecuciones, se refugiaban en las catacumbas, donde se protegían de la violencia y el arbitrio de los poderosos.

Así como el hombre necesita de seguridad contra el peligro, así el espíritu atribulado necesita refugiarse en Dios. Cuando ayer personeros constituidos en asociaciones cargadas de intriga o en tiranos porque no soportaron la propuesta del Presidente de elevar a uno de sus hijos a la posición de Relacionador Público o Propagandista de un proyecto político que solamente puede trascender si se abre a la democracia, pero yo lo perdono, porque su grandeza no ha trascendido al tamaño que poseen. Sigo creyendo que “El Dios de Jacob es nuestro refugio”.

Esto me hace recordar cuando en su juventud David era perseguido obstinadamente por el rey Saúl, se escondió en el interior de la caverna de un hombre llamado Adulam. Y allí permaneció durante varios días, aparentemente seguro. Pero su seguridad era ilusoria; su ser interior estaba agitado. Se sentía dominado por el miedo. Eso le aconteció porque su refugio era humano. ¡Cuánto deseaba el adolescente David tener la seguridad de la protección divina! “En ti, oh Jehová he confiado… inclina a mi tu oído líbrame pronto… Por qué tú eres mi roca y mi castillo”.

Nunca me han interesado las cosas que le confieren a los otros ni ando detrás de cargos y de posiciones que nos hacen más pequeños lo que andaba buscando lo encontré, lo encontré en Dios.

Sólo en Dios encontramos “refugio”, porque él nos ama y quiere nuestro bienestar. Hasta la misma naturaleza nos enseña a buscar un poder trascendente como nuestro escondedero. Hay una planta acuática, llamada armonía marítima que crece en la superficie de las aguas, pero cuando la tempestad amenaza y las olas se encrespan, se recoge en el fondo del mar hasta que la bonanza sea restaurada otra vez.

Nosotros también, en las perplejidades e incertidumbres de la vida, tenemos un lugar donde refugiarnos: la “roca de los siglos”.

Hola Víctor Cruz, ¿cómo estás?

- Comiendo arroz.

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