Por Víctor Cruz
¿Cuál sería nuestro punto de partida? Los principios de la unidad nacional. Y, dentro de éstos principios, el punto de partida de todo pensamiento humano desde nuestra concepción del hombre.
El hombre: fundamento de la vida internacional o universal
El orden internacional no existe per se, existe en función del hombre. Tampoco la sociedad existe por sí misma, sino en función del hombre, que es la única realidad sustancial en la vida social, y, por ende en la vida internacional. Por consiguiente, es preciso partir del hombre para construir los principios que deben inspirar el orden internacional.
El hombre, por su naturaleza, participa de la vida orgánica y de la vida inorgánica. Su cuerpo sufre, por su composición química, los mismos cambios que sufren los seres inorgánicos. Por su naturaleza animal, sufre también los cambios que sufren los animales. Pero, en el hombre entra en juego un nuevo elemento que lo diferencia de los animales: su razón vinculada a su libertad.
El hombre que aquí nos interesa, es este hombre-persona humana, es decir, ser racional y libre, responsable de su destino. Ese hombre, a su vez es sociable, busca la convivencia, la vida en sociedad para poder realizar su destino. Tenemos pues, un hombre racional, libre y sociable, solidario, porque se une a los otros hombres para prestarse mutua ayuda.
En virtud de su razón, de su cualidad de ser racional, el hombre conoce, comprende, compara y está en capacidad de entrar en contacto con el mundo que lo rodea, con los demás y consigo mismo.
El animal se perfecciona por instinto, siguiendo sus funciones primarias alcanza el desarrollo de su vida animal. El hombre en cambio, por el ejercicio de su razón puede comparar, puede también elegir, lo cual corresponde al plano de su libre arbitrio. Por su capacidad de elegir, el hombre puede seleccionar los caminos de su propio desarrollo, los caminos que lo llevaran a alcanzar su propia perfección.
Es también verdad, sin embargo, la razón del hombre puede equivocarse, que en ejercicio de su libertad puede elegir erróneamente, extraviar el camino de su autentico desarrollo y de su verdadera perfección.
Los valores orientadores de la acción humana
La vida del hombre está vinculada al mundo de los valores, de la conducta moral del comportamiento humano, en relación con la noción de bien. Un nuevo paso que aleja al hombre del mundo animal.
El hombre se mueve en el mundo específico de la racionalidad de la libertad y de la ética, por consiguiente, de los valores morales. En orden a esos valores, tiene que enjuiciar los caminos por los cuales transita. No es lo mismo, desde el punto de vista moral, elegir el camino del egoísmo, que elegir el camino de la generosidad.
En cada una de las actitudes de las elecciones que el hombre adopte tiene que tomar en cuenta, por una parte una escala de valores y por la otra, la naturaleza propia de las cosas.
Está en la naturaleza de las cosas que un mono no pueda engendrar sino monos y que el huevo de la gallina, aunque fuera empollado por otro animal, no puedan salir sino pollos. El yodo tiene una composición química que es propia de su naturaleza y esta composición determina la reacción que este metaloide produce en mi cuerpo: “si lo tomo más allá de cierto límite me envenenaría”.
Cuando el médico reconoce al paciente y determina que está enfermo, establece un diagnostico, de acuerdo con un conocimiento de la naturaleza humana que él posee y de acuerdo con la observación de esa naturaleza humana. Está aceptando así – aunque no esté haciendo filosofía – que existe una naturaleza humana, que esta es igual en todos los hombres y que existe algo en común en todos los hombres, que le permite establecer su diagnostico.
Y si hay algo en común en todos los hombres, si hay una naturaleza humana que se repite en todos los hombres, esto permite establecer principios que indiquen lo que conviene a esta naturaleza.
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