martes, 23 de diciembre de 2008

EL CORDERO SUSTITUTO

Dios se proveerá de cordero para el holocausto (Génesis 22:8)

Por Víctor Cruz

Este versículo nos recuerda aquella escena, tan frecuentemente estudiada pero siempre grata el corazón del creyente, de la prueba de Abraham la que reluce, fulgurante, el extraordinario heroísmo de su fe.

Era todavía de noche en Beerseba, cuando el solemne silencio que envolvía la tienda de Abraham fue roto con la visita divina. “Abraham”, dijo el Señor, “toma ahora tu hijo… Isaac a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto”.

“¡Dios sanguinario el Dios de Moisés”!, exclaman los incrédulos y los racionalistas ante esta pagina de inspiración, llena de tanta ternura y de tan incondicional obediencia.

Abraham se levantó y salió de su tienda y contempló el cielo estrellado. Se acordó de la promesa que le había hecho Dios, de que su descendencia seria tan numerosa como las estrellas del firmamento. Esta promesa debía cumplirse por medio de Isaac; ¿cómo, entonces podría ser inmolado?

Abraham y su hijo iniciaron la jornada rumbo a Moriah. Y mientras caminaban, el patriarca, en silencio, derramaba su espíritu angustiado ante Dios. En la subida de la montaña, Isaac le preguntó: “Padre mío… he aquí el fuego y la leña, mas ¿dónde está el cordero para el holocausto? En repuesta oyó una consoladora profecía: “Dios se proveerá de cordero para el holocausto”.

En el lugar indicado levantaron el altar y sobre él colocaron la leña. Y entonces, emocionado, Abraham le reveló al hijo la sorprendente orden de Dios. Aunque perplejo, el joven se entregó con voluntaria sumisión. ¡Admirable y sublime cuadro! El encanecido padre, obediente al mandato divino, levanta el cuchillo para inmolar al hijo sumiso, cuando su brazo es súbitamente detenido. Y la voz del ángel se hace oír: “No extiendas tu mano sobre el muchacho… porque ya conozco que temes a Dios”.

Y Abraham levantó los ojos y vio en las cercanías un carnero y le ofreció “en lugar de su hijo”.

“Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo”, cuando Juan el Bautista vio a Jesús entre el pueblo, con la mente iluminada con la gloria del Invisible declaró: “He aquí el Cordero de Dios”.

Sí, allá en Moriah, un carnero sustituyó a Isaac. Y en el Calvario, el Cordero de Dios murió en lugar de nosotros.

Amen.

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