Porque separados de mí nada podéis hacer (Juan 15:5)
Por Víctor Cruz
Hace muchos años un conocido predicador fue invitado a dirigir una cruzada de reavivamiento en una iglesia rural de Escocia.
Se hospedó en casa de uno de los miembros de la iglesia, a quien le pidió un lugar sosegado, y un poco antes de comenzar la primera reunión se encerró en su aposento en oración. El tiempo pasaba, pero el predicador no aparecía en el templo. La iglesia era grande y todos lo esperaban impacientes. El dueño de la casa mandó a alguien a buscarlo, pues ya se estaba pasando la hora de iniciar la reunión. Al llegar a la casa, que quedaba en las cercanías, el que fue a buscarlo lo oyó conversando con alguien, sin saber con quien estaba. En cierto momento oyó al predicador decir:
— ¡No, no iré si no vas conmigo!
Impresionado, el mensajero volvió al templo y dijo:
— El predicador no vendrá. Le oí decir en forma categórica: “No iré si no vas conmigo”, pero nadie le respondía.
Uno de los hermanos presentes dijo con seguridad:
— Él vendrá, y tengo la certeza y garantizo también que la otra persona vendrá con él. Vamos a cantar mientras esperamos.
Poco después el predicador entró en el templo y predicó con tal poder que muchos aceptaron a Jesús. Realmente, la otra persona, Jesús, acompaño el predicador, comunicándole el poder que buscaba para el éxito en su proclamación.
Cristo dijo cierta vez: “Separados de mí nada podéis hacer”. El mensajero de Dios que desee alcanzar con su mensaje al pecador, debe orar antes de subir al pulpito: “No, no iré si no vas comigo”.
Pero no sólo necesitamos a Cristo en nuestro esfuerzo a favor de los perdidos, lo necesitamos también en nuestra batalla diaria contra el poder de las tinieblas. En el constante combate contra el mal necesitamos lanzar nuestro ser impotente sobre Jesús. A semejanza del piadoso predicador escocés, deberíamos decir: “Señor, no podré luchar contra el poderoso adversario si no vas conmigo”.
“Separados de mí nada podéis hacer”. La justicia humana es como un trapo de inmundicia. Pero todas las cosas son posibles con Dios. En fortaleza del Redentor, el hombre débil y propenso al error puede llegar a ser mas que vencedor sobre el mal que lo acosa”.
En esta Navidad Jesús vendrá con nosotros para vencer, Jesús no nos dejará solos, así será.
Se hospedó en casa de uno de los miembros de la iglesia, a quien le pidió un lugar sosegado, y un poco antes de comenzar la primera reunión se encerró en su aposento en oración. El tiempo pasaba, pero el predicador no aparecía en el templo. La iglesia era grande y todos lo esperaban impacientes. El dueño de la casa mandó a alguien a buscarlo, pues ya se estaba pasando la hora de iniciar la reunión. Al llegar a la casa, que quedaba en las cercanías, el que fue a buscarlo lo oyó conversando con alguien, sin saber con quien estaba. En cierto momento oyó al predicador decir:
— ¡No, no iré si no vas conmigo!
Impresionado, el mensajero volvió al templo y dijo:
— El predicador no vendrá. Le oí decir en forma categórica: “No iré si no vas conmigo”, pero nadie le respondía.
Uno de los hermanos presentes dijo con seguridad:
— Él vendrá, y tengo la certeza y garantizo también que la otra persona vendrá con él. Vamos a cantar mientras esperamos.
Poco después el predicador entró en el templo y predicó con tal poder que muchos aceptaron a Jesús. Realmente, la otra persona, Jesús, acompaño el predicador, comunicándole el poder que buscaba para el éxito en su proclamación.
Cristo dijo cierta vez: “Separados de mí nada podéis hacer”. El mensajero de Dios que desee alcanzar con su mensaje al pecador, debe orar antes de subir al pulpito: “No, no iré si no vas comigo”.
Pero no sólo necesitamos a Cristo en nuestro esfuerzo a favor de los perdidos, lo necesitamos también en nuestra batalla diaria contra el poder de las tinieblas. En el constante combate contra el mal necesitamos lanzar nuestro ser impotente sobre Jesús. A semejanza del piadoso predicador escocés, deberíamos decir: “Señor, no podré luchar contra el poderoso adversario si no vas conmigo”.
“Separados de mí nada podéis hacer”. La justicia humana es como un trapo de inmundicia. Pero todas las cosas son posibles con Dios. En fortaleza del Redentor, el hombre débil y propenso al error puede llegar a ser mas que vencedor sobre el mal que lo acosa”.
En esta Navidad Jesús vendrá con nosotros para vencer, Jesús no nos dejará solos, así será.
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