martes, 9 de diciembre de 2008

VENGO DE CASA EN CASA

Y todos los días, en el templo y por las casas no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo. (Hechos 5:42)

Por Víctor Cruz

La iglesia cristiana primitiva estaba poseída por el poder del Espíritu Santo. En la gloriosa experiencia del Pentecostés, los discípulos cobraron ánimo y se transformaron en antorchas ardientes, que incendiaron las multitudes con las llamaradas del cristianismo. Como resultado, la idolatría fue perturbada, los templos paganos se vaciaron y miles de conversos surgieron por todas partes.

Lo que Dios hizo en los días de los apóstoles puede verse también en nuestros días. Él no cambió. Su evangelio no perdió su poder ni tampoco su eficacia.

La iglesia apostólica iba a buscar a los hombres, dondequiera que se encontraran. “Todos los días…. Por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo”. Hoy intentamos tímidamente alcanzar a los perdidos utilizando los recursos de la atracción, la succión o la aspiración; la iglesia del primer siglo se manifestaba por la explosión, la invasión y la penetración.

Si queremos concluir con urgencia la obra para la cual fuimos comisionados, debemos estar dispuestos a abandonar los programas que no son prioritarios y dedicar más tiempo a testificar de Cristo. El problema es que estamos demasiado ocupados organizando nuestros planes misioneros, en lugar de estar agonizando por las personas que viven sin Cristo y sin esperanza.

Melvin L. Hodges afirmó: “Una iglesia cristiana puede ser una bendición, cuando proporciona a sus miembros un lugar donde unirse para renovar su fuerza espiritual…El mismo edificio puede ser como una prisión de la iglesia, cuando sus miembros sucumben al espíritu aislacionista”.

No debemos permitir que nuestra iglesia sea tan solamente una isla de seguridad espiritual. A semejanza de los apóstoles, debemos romper las barreras del aislacionismo, abandonar la idea de una religión circunscriptiva dentro de un templo, y saturar la comunidad con el conocimiento de la verdad.

Este es el tiempo cuando debemos levantarnos para terminar la obra del Señor. Ungidos por el poder de Dios, lograremos resultados mayores que los obtenidos por la iglesia cristiana primitiva. Y el mundo se iluminará con los fulgores de los mensajes que el Señor nos confío: “Mi palabra que sale de mi boca… no volverá a mí vacía.”

Ayer en el viaje a Dajabón nos encontramos con un militante cristiano que le decía al Presidente Administrador del IDECOOP, que tenía que ocuparse un poquito más del proyecto de la unidad de los hombres, que tenía que ocuparse del PUN, de lo de él, que había un grupo de hombres que confiaban en él y en su proyecto.

Y luego de la intervención de ese amigo el hombre de piedra entendió el mensaje.

Viene un nuevo año, viene un nuevo programa, viene un nuevo proyecto, ¿usted hizo el suyo? Porque yo iré de casa en casa a promocionar el proyecto más hermoso de la vida que es el del Señor Jesucristo si usted esta de acuerdo conmigo, pues sígame, Él no engaña a nadie y ofrece salvación y vida eterna.

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