jueves, 8 de octubre de 2009

ANOREXIA ESPIRITUAL

Fueron halladas tus palabras, y yo las comí y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón (Jeremías 15:16)

Por Víctor Cruz

Ni los familiares, ni los amigos, ni los médicos identificaron el comienzo de la enfermedad de Stephanie, una encantadora niña de trece años. Pero algo de confuso, terrible y misterioso ocurría en su mente. El miedo a engordar la llevó a una dieta extremadamente frugal.

“Les conté mis preocupaciones a mis padres”, escribió Stephanie en su diario. “Ellos pensaron que eso muy ridículo y yo, no dije nada más y continúe comiendo cada vez menos”.

Un día su padre leyó en un artículo titulado “Los hambrientos voluntarios”, la descripción de un disturbio emocional llamado “anorexia nerviosa”. El origen psicológico de esa anomalía, es el miedo a engordar. Incapaz de controlar el temor, la victima ayuna hasta la inanición.

Alarmado, decidió llevar a su hija a un especialista, que se esforzó por persuadirla a abandonar su compulsión por reducir el peso, pero la chica se resistía y decía: “El cuerpo es mío, yo hago de él lo que quiero”. Un día la llevaron al hospital con intensos dolores abdominales. Tenía una úlcera gástrica perforada. Fue operada, pero surgieron complicaciones y su organismo debilitado no pudo combatirlas. Dos días después murió, víctima de la inanición voluntaria.

“Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mí corazón”. En contraste con ésta disposición del profeta, de alimentarse de la Palabra, hay entre nosotros un número creciente de víctimas de la anorexia espiritual.

Stephanie, por extraño que parezca apreciaba todo lo que se relacionaba con los alimentos, excepto comerlos. Sabía que se estaba autodestruyendo, pero le faltaba ánimo para superar su disturbio emocional.

Hay muchos que aprecian todo lo que se relaciona con la Palabra, excepto comerla. Sufren de anorexia espiritual. Únicamente superando esa apatía que los entorpece y los transforma en hambrientos voluntarios, podrán recuperar el deseo de comer éste precioso alimento: la Palabra de Dios.

¡Que insensatos con los que alimentan su espíritu en otras fuentes, cuando la Palabra de Dios nos espera con su mensaje de sabiduría, paz y esperanza!

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