martes, 20 de octubre de 2009

ÉL ES FIEL

Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza porque fiel es que prometió (Hebreos 10:23)

Por Víctor Cruz

Había un hombre que diariamente llegaba a un edificio en Nueva York, aferrándose a las rejas de hierro con una expresión de esperanza y alegría, miraba al reloj de la torre mientras sonaban las doce campanadas. Permanecía allí durante diez, veinte o treinta minutos. Luego la luz de la esperanza y el gozo se apagaban gradualmente en su rostro y se retiraba. Los años transcurrieron y llegó a la vejez, pero todos los días se dirigía a aquel mismo lugar, a la misma hora, para retirarse después desanimado, arrastrando sus pies ya cansados.

Ese hombre vivía la tragedia de una promesa no cumplida. Había sido prospero hombre de negocios. Pero enfrento momentos de graves dificultades. Un amigo le prometió que se encontraría con él enfrente de ese reloj, llevándole los recursos que lo librarían de la angustia fueron demasiados grandes para él, y perdió la razón. Con la mente trastornada, iba todos los días al lugar de la cita y después de oír las campanadas que anunciaban el mediodía, buscaba en vano al amigo infiel.

Nosotros, sin embargo, aguardamos junto al reloj del tiempo, con la cabeza levantada y el corazón palpitando de gozo, el cumplimiento de la promesa, “porque fiel es que prometió”. Nunca regresaremos amargados y desilusionados, pues tenemos un amigo que cumple fielmente todas sus promesas: Cristo, nuestro Salvador.

Cuando todavía estaba en este mundo, Jesús no solamente prometió que volvería, sino que también explico cómo podríamos conocer el tiempo de su venida. Exhortó a sus seguidores a ser sobrios y vigilantes y, a manera de advertencia, añadió: “De la higuera aprended la parábola: cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas” (Mat. 24: 32, 33).

Cuando las espigas llenas se inclinan maduras, el agricultor diligente sabe que están listas para ser cosechadas. Igualmente, al ver las señales relevadas en la profecía, llegamos a la conclusión de que la maduración de la cosecha eterna se aproxima.

¡Qué promesa alentadora! Como peregrinos somos animados a renovar la fe en aquel que no fallará en el cumplimiento de “la bienaventurada esperanza”.

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