Y Jehová dijo: ¿Qué es eso que tienes en tu mano? Y él respondió: Una vara
(Éxodo 4:2)
Por Víctor Cruz
Moisés apacentaba su rebaño en las soleadas montañas de Madián, cuando llamó su atención una zarza que ardía en llamas, pero que no se consumía. Se aproximó para contemplar más de cerca el extraño fenómeno, cuando oyó la voz del gran “Yo soy”, llamándolo por su nombre.
Inmediatamente “cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios” (Exo. 3:6).
Siguió, entonces, un diálogo entre Jehová y el diligente pastor de Madián: “¿Qué es eso que tienes en tu mano?”, le preguntó el Señor. “Y él respondió: Una vara”. De la memorable conversación entre ambos resultó la orden a Moisés de volver a Egipto, y con su vara, libertad a su pueblo. Dice el relato bíblico que Moisés obedeció, y que con la vara realizó señales y maravillas.
Siguió, entonces, un diálogo entre Jehová y el diligente pastor de Madián: “¿Qué es eso que tienes en tu mano?”, le preguntó el Señor. “Y él respondió: Una vara”. De la memorable conversación entre ambos resultó la orden a Moisés de volver a Egipto, y con su vara, libertad a su pueblo. Dice el relato bíblico que Moisés obedeció, y que con la vara realizó señales y maravillas.
¿QUÉ TIENES EN TU MANO?
David tenía una honda, y cinco piedras y en el poder de Dios vindicó el honor de Jehová, al abatir al arrogante adversario.
Una mujer tenía un frasco de alabastro con ungüento de nardo, de mucho precio, y con él ungió los pies de Jesús.
Lutero, el reformador, tenía un documento en el cual reunió noventa y cinco razones por las que se oponía a las indulgencias. Fijándolo en la puerta de su iglesia, inició un movimiento que cambió la corriente de la historia.
Guillermo Miller tenía un diagrama profético de las profecías de Daniel y Apocalipsis que él mismo había preparado después de exhaustiva investigación. Con ese diagrama en sus manos proclamó con inusitado poder la esperanza del regreso de Cristo.
¿QUÉ TIENES EN TU MANO?
En la noche en que Jesús fue traicionado, “tomando una toalla, se la ciñó… y comenzó a lavar los pies de los discípulos y enjugarlos con la toalla” (Juan 13:4, 5).
Sí, aquella hora angustiosa y de prueba, Jesús tenía en su mano una toalla, símbolo del servicio desinteresado, en favor de los demás. La Majestad de los cielos se inclinó humildemente para ensenarnos la gran lección del servicio.
Tomemos hoy en nuestras manos, la “toalla” y, sin alarde u ostentación, sirvamos a nuestros semejantes, a aquellos que necesitan nuestro auxilio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario