miércoles, 28 de octubre de 2009

EL RELOJ DIVINO

Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir! (2 Pe. 3:11)

Por Víctor Cruz

Un reloj despertador parece algo sin importancia. Sin embargo, cuando pensamos en la importancia que tiene su alarma en la vida cotidiana, no podemos minimizar el valor que le corresponde en la vida moderna. Generalmente nos despierta de madrugada, cuando el sueño es más intenso y profundo. Atendiendo a su llamada, encontramos en la acción para cumplir con las obligaciones del día.

Dios también tiene un reloj que marca, con gran precisión, los grandes acontecimientos de la historia. En los días de Noé sonó anunciando la tragedia del diluvio. Nunca había llovido sobre la Tierra, y la idea de que el mundo podría ser inundado de agua era ridícula, no era científica. Sin embargo, cuando el despertador divino sonó a la hora determinada, las ventanas de los cielos se abrieron, las fuentes de las aguas se rompieron y el diluvio anunciado sepulto a una civilización corrupta e irreverente.

Y los siglos transcurrieron en la sucesión cadenciosa de los segundos que contemplan los minutos y marcan las horas. Llego finalmente en el gran reloj de Dios, la hora anunciada por los antiguos videntes. Israel, humillado, sin rey y sin esperanza, vivía un periodo sombrío de su historia. Llego la plenitud de los tiempos y Dios envió a su hijo nacido de mujer. Las campanadas del reloj de Dios sonaron en las colinas de Belén, anunciando a los piadosos pastores el gran evento. A partir de ahí, los historiadores iniciaron una nueva manera de contar el tiempo.

Y el inmutable reloj de Dios siguió su tic tac cadencioso y constante. Sobre los continentes descendió la apostasía medieval. Surgió luego fulgurante la Reforma, con su poderoso mensaje de la justificación por la fe. Vino después la edad moderna y con ella, el comienzo de la revolución industrial. En estos periodos, la alarma del gran reloj de Dios se hizo oír con frecuencia, anunciando el cumplimiento de la palabra de los antiguos videntes.

Pero en breve las agujas de este reloj cósmico se encontrarán, y marcarán la medianoche de la historia de la Tierra. Ante esta solemne realidad, el apóstol interroga y responde: “Puesto que todas estas cosas han de ser desechadas, ¿cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios?”

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