martes, 27 de enero de 2009

Que la Cumbre no sea de Babel

“Si una sociedad libre no puede ayudar a los muchos que son pobres, nunca podrá salvar a los pocos que son ricos”(John F. Kennedy)

Ing. Samuel A. De Moya G.

Aunque algunos sectores del escenario nacional han expresado de manera pública que en materia de cumplimiento de acuerdos el Dr. Leonel Fernández no tiene las mejores credenciales, el nivel de falta de confianza no deber ser tan pronunciado que no conduzca a darle una nueva oportunidad. La Cumbre de las Fuerzas Vivas convocada por el Presidente constituye un terreno fértil para unir voluntades y crear las bases para enfrentar con relativo éxito las consecuencias de la crisis financiera que están repercutiendo a escala planetaria. Además, ya existe un común denominador que es aceptado absolutamente por todos y que constituye un punto de partida bien definido: La economía dominicana no está blindada.

Cuando en medio de la Gran Depresión de los años 30 Franklin Delano Roosevelt tomó la presidencia de los Estados Unidos, propuso el New Deal (Nuevo Trato). Este plan de recuperación económica consistió de manera medular en tres aspectos: Incentivo al consumo, reducción del gasto federal y establecimiento de rigurosas normas en el sistema financiero. En las actuales circunstancias, en lo que respecta a República Dominicana, el plan no debe ser muy diferente. Por suerte, en este momento nuestro sistema financiero presenta signos vitales positivos.

En República Dominicana, un país donde los niveles de pobreza son tan avasallantes, no es lógico hablar de incentivar el consumo si antes no se coloca más dinero en los bolsillos de las gentes. El desarrollo de los pueblos tiene que darse de tal manera que a medida que el tiempo avanza sus habitantes vayan incrementando un poder adquisitivo que le permita dinamizar la actividad comercial mediante el acto de adquirir bienes y servicios y, en consecuencia, mejorando su calidad de vida. Es por esa razón que Adam Smith decía que “ninguna sociedad podrá ser floreciente y dichosa si la mayoría de ella es pobre y miserable”.

Hoy el mundo civilizado habla de desarrollo sostenible, el cual se explica fundamentalmente en tres campos estrechamente relacionados entre si: el económico, lo que sugiere un transparente e inteligente manejo de los recursos y medios financieros disponibles; el ecológico, para que sea preservado el ecosistema en cada nación y a nivel mundial, y garantizar la supervivencia de esta generación y de las venideras y, el social, para que los costos y beneficios sean distribuidos equitativamente.

En ese sentido, hay varios aspectos que deben ser temas de discusión en consideración en la Cumbre, para que la escala de oportunidades beneficie a los sectores más amplios de la población.

Connotados economistas dominicanos plantean que el gobierno debe disminuir el gasto público. Y, partiendo de lo acontecido en el 2008, esta es una propuesta muy lógica. En ese período los ingresos crecieron un 4.3% y los gastos 21.3% (5 veces mas rápido). Pero reducir el gasto no es suficiente. Hay que mejorar substancialmente su calidad reorientándolo por el camino que conduce al desarrollo. Es evidente que el sendero recorrido hasta el momento en su aplicación de las inversiones públicas es el equivocado. De no haber sido de esa manera hoy República Dominicana no formara parte del conjunto de países de América Latina con mayores niveles de pobreza, aunque ha tenido uno de los más altos niveles de crecimiento del PIB en los últimos 50 años. En efecto, se impone modificar el guión. Hay cambiar el ángulo de las prioridades, de manera que se dirijan más recursos al flanco social (educación, salud, agua potable, viviendas y medio ambiente), y hacia los sectores productivos, de manera especial hacia el sector agropecuario para garantizar la autosuficiencia alimentaria, en primer orden, y luego continuar colocando nuestros productos en los mercados internacionales.

Para no seguir dilapidando el dinero de los contribuyentes con tanta facilidad, deben reducirse a su mínina expresión los gastos superfluos, como la publicidad estatal improductiva, la parte lujosa y parasitaria de la nómina pública, las obras sobrevaluadas, el uso no racional de los combustibles, los celulares y tarjetas de créditos sin límites en manos de funcionarios, las compras sin control de los diferentes departamentos de la administración pública, y otros gastos característicos de un Estado sediento de un esquema de inversiones más eficiente y transparente.

¿Cómo es posible que en nuestro país varios funcionarios del gobierno tengan más ingresos que Barack Obama, presidente de la principal potencia económica mundial, a pesar de su coyuntural marasmo económico? El Sr. Obama tendrá ingresos mensuales de US$ 33,333.33. Lo que traducido en pesos (calculado al 35.5 x 1) expresa la suma de RD$ 1,183,333.33. Si se toma en cuanta que el salario mínimo en nuestro país es de RD$ 5,000.00, hay que concluir, penosa y necesariamente, que estamos frente a la más asombrosa y perversa aberración en la distribución del gasto público.

Una receta muy acertada para dinamizar la economía y colocar cuantiosos recursos en manos de los consumidores consiste en legislar para que parte de los 68 mil millones acumulados en los Fondos de Pensiones no se queden en las manos del gobierno y sean colocados en la banca nacional (Bancos comerciales y Asociaciones de Ahorros y Préstamos), como lo ha propuesto el propio presidente Fernández, para implementar un plan masivo de construcción de viviendas en todo el territorio nacional, como se ha hecho en Chile, México y Colombia, con un precio de venta no mayor de 3 millones de pesos. Lo cual, sin soslayar el efecto multiplicador de ese tipo de inversiones, garantizaría una mayor rentabilidad de estos recursos y el acceso a techos dignos a miles de familias.

Adicionalmente, hay que combatir frontal y enérgicamente la corrupción en la administración pública. Esa misma corrupción denunciada con gran responsabilidad por Euclides Gutiérrez Félix y Miguel Coco, y más recientemente por la Iglesia Católica en su última Carta Pastoral. Ese dinero que se va en los tentáculos de la corrupción, el cual se exhibe con total descaro en vehículos de lujo, yates, villas y mansiones en los sectores más exclusivos del país, frecuentes viajes al exterior y fincas modelos, en inversiones en el exterior, es el que debe llegar traducido en medicinas para los hospitales, en una educación de mayor calidad para nuestros niños, para que no sigamos decidiendo que su futuro está en la pandilla y no en el trabajo dignificante. Además, en canchas deportivas para la juventud, en alimentos para los más desposeídos, en más oportunidades para la mujer dominicana, la cual está desempleada en un 25 por ciento, y en mayor atención para el sufrido segmento de los envejecidos.

En fin, ese gran pastel que está consumiendo el monstruo de la corrupción, debe ser servido en la mesa del mayor segmento poblacional de este país, que es el de los pobres, para que estos tengan una verdadera alternativa de liberación y una vida más digna. “Combatir la pobreza es construir la paz”, ha afirmado en Santo Padre Benedicto XVI.

Ojalá que esta Cumbre de la Fuerzas Vivas convocada por el ciudadano Presidente, Dr. Leonel Fernández, no sea una cumbre de Babel y arroje soluciones, o por lo menos palpables atenuantes sobre las problemáticas inherentes a estos temas, tan fundamentales para la sociedad dominicana, y a otros no menos importantes, como son la Reforma Constitucional, el sector energético, la seguridad ciudadana, el medio ambiente, la producción nacional, haciendo énfasis en el sector exportador, incluyendo Zona Franca, el narcotráfico y la institucionalidad. Esta debe ser la apuesta.


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