Señor, quisiéramos ver a Jesús (Juan 12:21)
por Víctor Cruz
Había ciertos griegos –narra Juan el Amado– “entre los que habían subido a adorar en la fiesta” que se dirigieron a Felipe con el siguiente pedido: “Señor, quisiéramos ver a Jesús”.
¿Quiénes eran estos griegos? Por el contexto llegamos a la conclusión de que no eran paganos. Tampoco eran judíos, que viviendo muchos años entre los griegos, hubiesen asimilado sus hábitos y costumbres. La expresión griegos empleada por el evangelista excluye esa posibilidad. Eran, por lo tanto, helénicos convertidos al judaísmo y como tales, adoradores llegados de lejos para participar en las celebraciones religiosas de Jerusalén.
Ignoramos los motivos porque prefirieron dirigirse a Felipe y no a otro discípulo. Es posible que siendo natural de una región al norte de Galilea, más cercana Tiro y Sidón, visitada por muchos griegos, tuviera mejores oportunidades que los demás discípulos de conocerlos.
Nos llama la atención que aquellos extranjeros anhelaran ardientemente ver a Jesús, exactamente cuando los judíos maquinaban para matarlo. Este anhelo fue satisfecho. Jesús que se encontraba dentro del templo, privilegio del cual eran excluíºdos los que no eran judíos, salió y tuvo con ellos una cordial conversación.
“¡Queremos ver a Jesús”! es el gran clamor que se oye por todas partes. Se oye este pedido en el lamento de los millares de niños que, hambrientos, sucumben cada día en extensas regiones de África. Se oye esta misma súplica en el llanto silencioso de los que sufren dolores físicos y morales. Se oye este ruego en las lágrimas de las madres que, afligidas, aguardan el regreso del hijo que abandonó el hogar. Se oye este mismo clamor en los hogares que se desintegran, en los orfanatos, en los asilos, en las áreas donde retumban los cañones que siembran destrucción y ruina.
En un mundo desprovisto de seguridad y paz, un gemido afligido se hace oír: “Queremos ver a Jesús”. Nos alienta la seguridad de que este vehemente anhelo será satisfecho. Por eso, en expresiones de gozo, podemos cantar la esperanza que nos es tan preciosa: “En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza”.
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