miércoles, 15 de abril de 2009

ÉL RESUCITÓ

Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho
(1 Corintios 15:20)

Por Víctor Cruz

Cierta vez un estudiante universitario se dirigió a Josh McDowell ex ateo, y le preguntó por qué creía que era imposible refutar el cristianismo. El profesor respondió: “Por una sencilla razón. Porque no puedo de algún modo negar una realidad histórica: la resurrección de Jesús”.

Las pruebas de la resurrección de Cristo son abundantes e inequívocas. Mencionaremos sólo tres argumentos básicos:

1) Jesús anunció con antelación su muerte y resurrección. A los escribas y fariseos les dijo: “Como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches”. En otra oportunidad declaró que le era necesario…padecer… y ser muerto y resucitar al tercer día”.

Si Jesús no hubiese resucitado, estaríamos ante un impostor que pretendió ser Dios pero no demostró poder para quebrar las cadenas de la muerte.

2) Afortunadamente, sin embargo, la tumba de Jesús fue encontrada vacía y ahí reside la diferencia entre el cristianismo y los otros sistemas religiosos.

El sepulcro de Mahoma, en Arabia no está vacío. El sepulcro de Confucio, en la legendaria China tampoco está vacío. Fragmentos del cuerpo de Buda están depositados en relicarios, en diferentes lugares del oriente. Pero la tumba de Jesús está vacía: “No está aquí pues ha resucitado…” le dijo el ángel a María Magdalena.

3) Para los discípulos, la muerte de Jesús significó una tragedia innominable. En él habían centrado sus más suspiradas esperanzas. ¡Ellos esperaban que Jesús asumiría el reino de Israel! Pero Jesús murió victima del odio y sus más queridas expectativas se apagaron. Se sintieron dominados por una aplastante tristeza. La tragedia de la cruz los cubrió de luto e inseguridad. Se les abrió un vacío en el corazón.

La perplejidad que los dominaba, sin embargo, tuvo corta duración. Jesús quebró las cadenas de la muerte. Y las nuevas de su resurrección fueron recibidas con excitante gozo. Inflamados por un fervor contagioso, los discípulos salieron por todos los caminos del mundo proclamando las buenas nuevas de un Salvador resucitado y con su testimonio, transformaron una sociedad pagana.

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